miércoles, 13 de mayo de 2009

EL BOMBERO DE LA TERCERA

Hoy, en días en que la prensa es presa de la mano cruda y fatal del “Amarillismo”, sería difícil imaginarse hallar alguna publicación que ocupase letras en enseñar a nuestra sociedad algún segmento social digno de pleno conocimiento. De hallarlo, sería casi imposible hacerlo de la manera que aquí se ha hecho.
Pues veremos ahora, cuales eran los reportajes que cautivaban a los habitantes de Valparaíso a principios del 1900, cuando los “gringos” tomaban en Te a las 5 de la tarde, y las Bombas a Vapor echaban más humo que los incendios.

Al penetrar apenas la epidermis social porteña, se da con un cuerpo duro, brillante, de extraordinaria consistencia y que atrae poderosamente la atención: es “El Bombero de la 3ª.”

Es un tipo de singulares características que figura en todos los grandes hechos de la actividad porteña.
Es síntesis de un orden social particular, que salta a la vista, que se impone y merece detenido estudio.

No estudiarlo, o pasar por encima de él, prescindir de él, sería, pues, imperdonable, para un periodista que llega y debe conocer el ambiente en que ha de actuar.
¿Cómo conocerlo? ¿cómo estudiarlo? ¿se dejará estudiar? ¿se dejará conocer así no mas?

Estas y muchas otras dudas me asaltaban, pero, recordando aquello de que con preguntas se llega a Roma, me puse en franca campaña de conspiración y espionaje sobre el Bombero de la 3ª.
¿Por dónde comenzar? ¿a quién dirigirme?

Me encontré en presencia de una respetable señora porteña, Matrona venerada de dos generaciones, buena y santa como madre y como abuela. Planteando el tema me respondió:

- Son los niños, buenos niños todos, buenos niños -

Y su serena mirada pareció nublarse por un recuerdo querido, ya muy lejano pero no menos intenso. Comprendí que no debía insistir.

Renové la tentativa con una preciosa niña, una morena primorosa, capaz de hacer entonar el mea culpa al solterón más empedernido. Apenas hubo esbozado la conversación, la linda se demudó y vivos sonrojos invadieron sus mejillas y le llegaron a las orejas. Vi que había metido la pata, que la plancha era irremediable y yo también me puse colorado.

Me topé con un joven, que se me ocurrió del oficio y le pregunté a quema ropa.

- ¿Es usted Bombero de la 3ª?
- ¡Sí! - Me respondió en tono tan vibrante y me abrió tales ojos que estimé prudente, escurrir el bulto, pero ese ya me había dicho algo.

Quiso la fortuna ponerme frente a un viejo porteño, amable y simpático, franco y dulce que me acogió sonriendo. Esta es la mía dije para mi coleto, y sin muchos ambages le puse el plato, lo más cerca y lo más bien que pude. El porteño viejo se acomodó en el sillón y comenzó lentamente, mientras me observaba con aire socarrón, salado como agua de mar:

- Para evitar digresiones le diré, mi amigo, que el Bombero de la Tercera nace, pero no se hace.
El que no ha nacido, llega, entra, si puede entrar, pero, no se siente bien, se estorba solo y concluye por emigrar.

- ¿Es valiente el Bombero de la 3ª?
- No sería nada.
- ¿Es bueno?
- Sería poco.
- ¿ Es leal?
- No sería mucho.
- ¿Filántropo?
- Mucho más todavía.
- ¿Abnegado?
- Más que eso.
- ¿Altruista?
- Más.
- ¿Humanitario?
- También
- ¿Heroico?
- Cuando se ofrece, pero eso no es todo.

El Bombero de la 3ª. es valiente, y sobre valiente bueno, y sobre bueno, leal, y sobre leal, filántropo, y sobre filántropo, abnegado, y sobre abnegado, humanitario, y sobre humanitario, heroico, y sobre todo esto, simpático, franco, sincero, hombre, y por encima de todo esto todavía, es buen muchacho. Y esto que no parece decir nada, lo dice todo, y aún deja algo por decir, ese algo que se deja sentir y que no se puede expresar.

-¿Es elegante el Bombero de la 3ª?.
- Viste bien, por que es persona correcta; pero, no se cuida mucho del asunto, porque no es muñeco. Y si fuera muñeco, no sería Bombero. Ni más, ni menos.

-¿Alegre?
- Como unas pascuas, por que no tiene nada que temer, por que nada esconde y por que nada debe, y si llegara a deber, paga, cuando puede y negocio concluido.

-¿Orgulloso?
- De su patria, de su puerto, de su Tercera, de los suyos, de si mismo, de sus amigos, sin odios y sin envidias, y alegrándose de los triunfos ajenos y celebrando el ajeno bien.
En la retozona y movediza muchachada Tercerina hay algo de los cadetes de Gascuña, lo alegre, lo bueno, lo noble, lo fraternal, lo indómito ante cualquiera tentativa de vasallaje y lo impávido ante el peligro inmediato y cruel. Más... en los cadetes de Rostandt hay algo de canalla y en los de la “Tercera” nada de eso.

- ¿Son seguros para el combo?
- Les gusta el box, en cuanto refleja acción, plenitud física; son buenos para los puñetazos o no son buenos; esto no les importa por que no entienden el Fierabrá, ni cultivan el matón.

- ¿Y para el trago?
- Se dice, en broma, que son como balazo para el frasco y algo hay de cierto: empinan alegremente el codo, ríen a carcajadas y celebran copas todo lo que se puede, las penas inclusive; pero sin que la armonía se rompa, sin que la decencia sufra. Sin que la dignidad se inmute. Y he aquí por que viven plena vida, y por que surge de ellos a borbotones la buena alegría del buen vivir, mal que esto pese a los apóstoles del agua, que no son otra cosa en el organismo social que la ampolla acuosa que hace salir a la superficie del organismo individual, el recargo un poco indiscreto del Gin o del Whisky, después de una o varias noches tormentosas.

- ¿Y es enamorado el Bombero de la 3ª?
- Todo lo que lícitamente se puede, y esto no significa que sea tenorio, de salón o encrucijada, ni ladrón de honras, ni terror de los papaes, ni afrenta de la sociedad.
Adora a las mujeres simplemente por que la mujer es digna de toda adoración, y le encantan los amorcillos simplemente por que los amorcillos son encantadores. Ama por que es hombre y por que es Tercerino y por que sin amor no hay hombre cabal ni Tercerino completo.
Pero, no se alaba de sus amoríos, por que sabe respetar, por que sabe respetarse, y aunque sea por broma siempre ama seriamente.

- ¿Y, como marido, qué tal?
- Con lo dicho, todas las probabilidades están porque, fatal y precisa y necesariamente , sea un buen marido. Hay unos mejores, hay otros espléndidos, los más son buenos, los menos son regulares; puede que haya algunos menos que regular, por decirlo así, sobre todo si ella no pone de su parte, todo lo que es menester.

Y si alguno sale malo, pésimamente malo, abominablemente malo, perfectamente se puede componer en el camino... cosas mayores se han visto.

Pero no traspasemos los dinteles sagrados del sagrado hogar. Como a su “Tercera”, respeta los hogares, el “Tercerino” y jamás toca sus umbrales, sólo en caso de incendio, cualquiera que sea el caso en que los traspasa, derriba y tala como una vorágine, compelido por su amor, por su inmenso amor a las víctimas del fuego!

Damas y caballeros, he aquí el Bombero de la Tercera!
CHANTECLER.

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