miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA CUNA DEL CUERPO DE BOMBEROS


Resulta emocionante conocer respecto de la vida de don Benjamín Vicuña Mackenna, que punto a parte no tiene nada que ver con la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago, pero que es quien hace posible a través del folletín titulado “La Cuna del Cuerpo de Bomberos”, podamos enterarnos y sorprendernos una vez más, de lo cuan lejos y cuan alto, ha llegado el nombre de la Tercera de Valparaíso durante sus 155 años de vida.

Siguiendo con don Benjamín; por resaltar tan solo algunas de su vivencias podemos decir que poco antes de cumplir 20 años ya había participado en un motín, por el cual, es condenado a muerte, hecho que no ocurre debido a que logra escapar desde prisión disfrazado de mujer. Se traslada hasta La Serena donde participa en otro levantamiento armado (septiembre de 1851), nuevamente es derrotado y huye hasta la localidad de Tabolango, y luego a Valparaíso. Es en este puerto donde su padre lo embarca con la misión de vender 2.000 quintales de harina en la
ciudad de California.
A su regreso en 1856, se incorpora al movimiento político opositor de gobierno, no pasó mucho tiempo hasta que fuera nuevamente desterrado (Liverpool-Inglaterra) a raíz de una nueva acción opositora en contra del Presidente Manuel Montt Torres. (La revolución del Colihue 1858)
Regresa nuevamente en 1861, de sus nuevas actividades destaca su estreno como periodista en diario “El Mercurio” de Valparaíso.

Diputado por La Ligua entre los años 1864 – 1867. Al estallar el conflicto armado con España en el Pacífico, se dirigió al Perú y a Estados Unidos (1865) a cumplir misiones secretas encargadas por el gobierno de Pérez.
En New York fundó el periódico “La Voz de América”, donde publicó artículos contra España. A su regreso a Chile en 1866, publicó las memorias de ese viaje: “Diez Meses de Misión en Estados Unidos”. Se dedicó a sus actividades periodísticas y a las campañas políticas, siendo elegido diputado por Valdivia en el período comprendido entre 1867 y 1870. Intendente de Santiago en 1872, Senador por Santiago entre 1876-1879, y por Coquimbo entre 1879-1885.
Vicuña Mackenna contrae matrimonio con su prima doña Victoria Subercaseaux Vicuña, el 4 de marzo de 1867. Sus últimos días los pasa en su hacienda de Santa Rosa de Colmo (Concón). Fallece a los 55 años de edad el 25 de enero de 1886.

Ingresa a la Tercera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago “Poniente” el 08 de diciembre de 1879, siendo elegido Director esa misma sesión. Permanece en la 3ª hasta el día
de su muerte. A continuación leeremos el documento de su autoría.
"La Cuna del Cuerpo de Bomberos”
...El ínclito y glorioso Cuerpo de Bomberos de Santiago, no nació de un Incendio. Nació de una hoguera, de una hecatombe humana, la mayor del mundo moderno, producida por el fuego. Fue su cuna un templo fatídico en que perecieron dos mil doscientas almas inocentes, y la cotona roja que hasta hoy visten en Santiago los soldados del fuego, no es sino un reflejo de las llamas que un día nefasto sembraron de luto todos los campos y todas las ciudades de la República.
Cuarenta y ocho horas después de ocurrida la espantosa catástrofe de la Compañía de Jesús, en la tarde del memorable 8 de Diciembre de 1863, un joven animoso y entusiasta que había conocido en California los milagros de las asociaciones contra el fuego y contra el crimen, hizo en efecto un llamamiento a la generosa juventud, y ese grito fue escuchado de una manera que en aquellos días de pavor y de tímido egoísmo causó asombro. El nombre del iniciador era José Luis Claro, y su apelación a las armas, copiada de los diarios de la época, decía así, sencillamente: "Al público: se cita a los jóvenes que deseen llevar a cabo la idea del establecimiento de una compañía de bomberos, para el día 14 del presente, a la una de la tarde, al escritorio del que suscribe. José Luis Claro" La chispa y ardida todavía, había partido del centro de los horribles y humeantes escombros del templo, en los momentos en que centenares de carretones de la policía o alquilados en el comercio "a tanto el bulto", extraían los cadáveres carbonizados y horriblemente irreconocibles de millares de madres, de hermanas, de esposas amadas, de tiernas hijas, de inocentes vírgenes mutiladas, y por esto, aquel primer toque de llamada, unido a las lágrimas que por doquiera corrían, formó en los conmovidos corazones el cimiento de la más noble institución de la República, el ejercito de los que los salvan y mueren risueños salvando a los demás.....¡Sublime y bien cumplida misión!. Pocos eran, entretanto, los que creían que la simple convocatoria de un hombre de buena voluntad fuese oída. Menos los que esperaban que fuese seguida. Y con tal propósito, el diario más importante de la capital en aquella época, al día siguiente de la cita hecha por un aviso personal en sus columnas, se limitaba a decir y casi a presagiar tristemente lo que estas palabras dadas a luz el doce de diciembre por "El Ferrocarril" entonces significaban: "Las terribles lecciones dadas por dolorosas experiencias y angustiosos casos, ¿serán el poderoso móvil que arrancará de la inacción y la indiferencia a los hombres de la capital que pueden concurrir a formar las filas del proyectado Cuerpo de Bomberos?. ¡Se verá!". Ese "¡se verá!" no podía ser más glacial ni más incrédulo. Pero ya se ha visto en la prueba incesante de veinte años, porque la única asociación de hombres que ha enterrado en el dintel de su puerta y echado al fogón de sus máquinas su egoísmo, esta negación de la divinidad del hombre, son los cuerpos de bomberos de la República desde Tacna a Osorno, desde Valparaíso, promotor ilustre, a San Felipe, último vástago de su potente savia. El lector de estos recuerdos se habrá fijado probablemente en que el aviso de la cita primitiva, hablaba de la formación de una Compañía de Bomberos. Las esperanzas y los esfuerzos no iban ni podían ir entonces más allá. Santiago era una ciudad soñolienta y no se había acostumbrado todavía a escuchar el bronce de la medianoche que llama a los hijos de las llamas a las llamas.
Apenas si pasaban las oraciones, las gentes, después de persignarse deteniéndose en la acera, escuchaban, a la luz de los faroles de parafina o de sebo, el toque lúgubre y acompasado de las ánimas benditas que los campanarios todavía tocan a las ocho de la noche. Pero contra los que temían o no esperaban, y aun contra los que no ambicionaban poseer para la ciudad sino "una Compañía de Bomberos" (una sola decía el aviso de la cita), reuniéronse en el salón de la antigua filarmónica, que era entonces un Casino, doscientos ciudadanos y se inscribieron los primeros en el rol. Nombrase allí mismo un Directorio provisional de entre los presentes, y tuvieron señalada honra de ser elegidos para este puesto de iniciativa y de ardua organización: Don José Luis Claro, Don José Besa, Don Ángel Custodio Gallo y Don Enrique Meiggs. Preciso es advertir aquí como un acto de justicia póstuma, que el iniciador Don José Luis Claro, había tenido en las primeras horas de su generosa propaganda, dos auxiliares poderosos. El uno había sido un ilustre americano del Norte, Don Enrique Meiggs, quién arrojándose en medio del atroz e implacable incendio, rifó varias veces en la nefasta tarde del 8 de diciembre su vida en el salvamento personal de las víctimas de la Compañía. El que esto escribe y recuerda, vio al valiente anciano en aquel lúgubre crepúsculo, cubierto de cálido sudor y destilando todas sus ropas el agua que el mismo arrojara en vano a la voraz hoguera, y al preguntarle con angustia cuantos habían perecido, exclamo: "¡Thousands!" (miles). Y esa era la horrible verdad de aquella hora horrible. Y, ¿quién fue el otro de los nobilísimos y ya olvidados cooperadores de la iniciativa?. Un modesto pero digno querido y simpático joven chileno, a quién ingrata y prematura tumba se tragó en sus antros cuando en torno suyo acababa de sonreírle en esperanzas: Wenceslao Vidal, antiguo oficial del Segundo de Línea, y que si hubiera seguido en las filas y bajo las banderas de su cuerpo, sería hoy un brillante Coronel de nuestro ejército, había tomado a su cargo por esos días el Casino, y gracias a su buena voluntad en esa ocasión, como en todos los difíciles lances de la organización del Cuerpo de Bomberos, prestó su casa, su brazo y su alma para formar la cohesión de todos los ánimos en una sola mira: la salvación de la ciudad. A la primera reunión del 14 de Diciembre de 1863, concurrieron, en consecuencia, muchos hombres de corazón, algunos de los cuales han desaparecido ya de la vorágine de la vida, mientras otros luchan todavía en la vorágine: Wenceslao Vidal, Francisco Javier Ovalle Olivares, Roberto Souper, Ramón Abasolo, Emilio Bello, José Toribio Lira, Francisco Somarriva, Tito de la Fuente, para no nombrar sino a los muertos ya olvidados, entre otros que probablemente no serán olvidados. Y, ¡resultado tan admirable como no esperado!. En aquella primera reunión, sin trámites, sin papeles, sin consultas, sin asesores, sin abogados y sin capítulos, quedaron nombrados dos Compañías en lugar de una sola, es decir, quedó nombrado el cuerpo de Bomberos de Santiago. Esas Compañías fueron la Guardia de Propiedad, que eligió más tarde por Director a don Ángel Custodio Gallo, uno de los más entusiastas organizadores del cuerpo bajo la planta veterana del de Valparaíso, que él conocía, y la Compañía de Bomberos propiamente tal que se llamó entonces "del Poniente", y después simplemente, y en número, "la Tercera". Designo ésta, para su jefe, al que había echo oír el primer toque de llamada a los valientes dispuestos a lidiar contra el más terrible enemigo del hombre, contra el fuego hijo del rayo, don José Luis Claro. Entre los primeros soldados de aquel grupo contáronse voluntarios de todas las posiciones y procedencias, especialmente de la juventud, que ama el peligro y rinde culto, sin doblez, a todos los deberes. Pasaron de esta suerte la primera lista Alejandro Vidal, Adolfo Ortúzar, Antonio del Pedregal, Ángel Custodio Gallo, Domingo Toro Herrera, José Luis Larraín, Buenaventura Cádiz, Carlos Walker Martínez, Washington Lastarria, Francisco Gandarillas, Ezequiel Silva, Alberto Mackenna, Eduardo Brickles, Juan Esteban Ortúzar, y cien más. Eran 126 en el grupo. Todos "terceranos", como hoy se dice en el ejercito, y venían al campamento de la fraternidad, de todos los campamentos políticos de la ciudad y de las discordias no apagadas todavía: el fuego es un terrible nivelador.
Los primeros fundadores de la Guardia de Propiedad fueron, a su turno, 28. Entre ellos se contaba a Manuel Antonio Matta, J. H. Álamos, J. N. Espejo, A. Lurquín, P. Marcoleta, R. Vial, Damián Miquel y 44 auxiliares, cuyo tipo fue el cargador Juan Díaz, que llego a echarse catorce arrobas al hombro, y cuyo retrato "Taita Juan", conserva en su sala de sesiones como un timbre de honor, la invicta y fundadora "Tercera", que es la "Guardia Vieja" de los combatientes del fuego. La centella sagrada del deber había, en efecto, tomado vuelo con rapidez verdaderamente vertiginosa, y el lunes 21 de diciembre de 1863, esto es, trece días después del Incendio de la Compañía, el Cuerpo de Bomberos quedaba definitivamente constituido y agrupado en tres compañías que no tenían número de orden, sino el del barrio que iban a servir. Sus jefes y oficiales fueron nombrados fraternalmente, sin que se falsificase una sola acta, ni siquiera un solo voto, y resultaron designados, a titulo provisional para 1864, los directores y Capitanes que en seguida, para larga y honrosa memoria apuntamos: Bomba del Poniente (Hoy Tercera) Director Enrique Meiggs, Capitán José Luis Claro; Bomba del Oriente (Hoy Primera) Director José Besa, Capitán Wenceslao Vidal; y Guardia de Propiedad Director Manuel Antonio Matta, Capitán Alejandro Lurquín. En ese mismo día, que es el verdadero aniversario normal de nacimiento y existencia del Cuerpo de Bomberos de Santiago, nombrase también el primer Directorio, el cual quedó constituido de la manera siguiente: Superintendente, José Tomás Urmeneta; Vicesuperintendente, José Besa; Comandante, Ángel Custodio Gallo; (Ex miembro de la Tercera) Segundo Comandante, A. P. Prieto; Tesorero, J. T. Smith; Secretario, Máximo Arguelles; Directores Manuel Antonio Matta y Enrique Meiggs. Tres días después, es decir, el 24 de Diciembre, la Compañía Poniente, presidida por su Capitán, se reunía en la sala filarmónica para ejecutar su primer ejercicio doctrinal, y adoptaba por unanimidad de votos para constituirse definitivamente, los estatutos de la aguerrida Tercera Compañía de Bomberos de Valparaíso. Y fue por este motivo que desde entonces la bomba Poniente comenzó a denominarse "Tercera", como un homenaje fraternal, que después se confirmo en la distribución numérica del cuerpo. La Tercera Compañía vino de esta manera al mundo en la noche buena de 1863. Por fin, el domingo 11 de enero de 1864 el Cuerpo de Bomberos presentase de gran parada en la Plaza de Armas de Santiago a hacer su primer ejercicio general, en medio de los aplausos de inmensa muchedumbre convocada que asistía con embeleso a espectáculo tan nuevo, tan animado y tan "vistoso". "Todo revela", decía con este motivo un diario de la capital al día siguiente del primer ejercicio general, "todo revela que hay un verdadero entusiasmo y decisión en los jóvenes que componen las Compañías del Cuerpo de Bomberos; y a juzgar por lo que se ve, no hay duda de que dentro de poco tiempo tendrá Santiago sus compañías de bomberos tan útiles y bien organizadas como Valparaíso". Y, en efecto, a consecuencia del éxito tan aprisa alcanzado, y a fin de soltar las alas del entusiasmo, desatando hasta sus últimas amarras, un decreto superior expedido el 20 de enero de 1864, vigésimo quinto aniversario de la batalla de Yungay, declaraba exentos del servicio de las armas en la Guardia Nacional a los bomberos de la capital hasta el número de ¡800!. La Compañía única a que tímidamente había dado cita el Capitán Claro el 10 de diciembre de 1863, se había convertido en el espacio de cuarenta días en un verdadero ejercito. Organizada
así la hueste de combatientes, faltábale mostrarse en el campo de batalla tan lucida como en la parada de lujo de la Plaza de Armas, y esto no tardó sino días en verificarse después de uno o dos amagos felizmente extinguidos los cuales ocurrieron en la calle del Carmen y en la de las Monjitas. En la noche del 8 de junio de 1864, mientras caía el agua a torrentes, comenzó a incendiarse el monasterio de las Monjas Agustinas de Santiago, santuario vedado durante tres siglos que contaban de existencia a los profanos. Pero los bomberos, puntuales a la primera cita de honor, arrimaron sus escaleras a los tejados y asaltaron el foco del incendio, yendo la Tercera Compañía "de frente" y las demás, que ya se llamaban del Centro y del Oriente, por sus flancos. El combate fue rudo, y la Tercera, probada contra el fuego y contra el agua, saco en las heridas de algunos de sus miembros los testimonios de su denuedo. El Director Meiggs salió contuso en una mano y los voluntarios Vital Martínez y Adolfo Castro Cienfuegos heridos, el último de alguna gravedad.


Es digno de ser conmemorado íntegramente el primer boletín de prensa de aquel bautizo de fuego del Cuerpo de Bomberos de Santiago como lo sería el salvamento de la casa del ex Presidente Bulnes, por la Tercera, en la tarde misma de la llegada de su primera bomba de palanca (Septiembre, 4 de 1864), y la salvación de la ciudad entera en el terrible cataclismo del Cuartel de Artillería, ocurrido dieciséis años más tarde, pero no cabiendo en tan estrecho marco como el de este homenaje de aniversario hechos de tan señalado heroísmo, reproducimos sólo de la prensa libre, la relación de la primera batalla ganada por el ejercito de las cotonas rojas, que un diario de Santiago contó de la siguiente manera: "Anteanoche (8 de junio de 1864) a las ocho y cuarto, se declaró un incendio alarmante en el monasterio de las Agustinas, en el costado que da a la calle Ahumada. El fuego dio principio por la pieza habitada por una modista que en ese momento se encontraba sola. Bien pronto las llamas salieron por una ventana y toda la ciudad se puso en alarma. Los bomberos salieron inmediatamente. La Compañía Primera y Segunda desplegaron una actividad extraordinaria para dar agua. a pesar de la mucha precipitación con que habían acudido. La tercera atacó de frente al voraz enemigo con un arrojo que le hace honor y, merced a estos esfuerzos combinados, dos horas después el fuego que amenazaba toda la manzana se hallaba enteramente cortado. La Compañía francesa y la de hachas y escaleras se portaron al mismo tiempo con un arrojo denodado. Los estragos sólo se extendieron a las dos piezas contiguas a las que ocupaba un pintor, cuyo establecimiento no sabemos aún las averías que haya sufrido, como es muy natural.- La noche favorecio también los esfuerzos de nuestros bomberos, pues caía desde media hora antes, una lluvia tan abundante, que inundaba completamente nuestras calles, convirtiéndolas poco menos que en ríos. Es el temporal que continua con tanta o más fuerza que al principio, y que esta vez ha servido de poderoso auxiliar para extinguir las llamas de un incendio que amenazaba ser considerable. Las pérdidas no son de consideración, merced a la oportunidad con que acudieron nuestros bomberos y a su enérgico esfuerzo. Hubo algunas desgracias. Los que las experimentaron son don Enrique Meiggs, Director de Tercera Compañía, que salió herido en una mano, y el sargento de la primera sección de la misma Compañía, don Adolfo Castro Cienfuegos, que se encuentra gravemente enfermo de una herida que recibió en la cabeza por la caída de una teja. También, uno de los bomberos de la Tercera, don Vital Martínez, quedo gravemente maltratado a consecuencia de haberse hundido el techo de una de las habitaciones incendiadas, arrastrándole y envolviéndole entre sus escombros". El cien veces glorioso y justamente glorificado Cuerpo de Bomberos de Santiago, recibía así su bautismo de sangre, y la Tercera compañía había conquistado, sin ninguna rivalidad ni torpe emulación, el puesto de vanguardia que en las horas del combate se ha esforzado siempre en mantener entre sus nobles y valerosas compañeras que más de una vez la han aplaudido en el trabajo, en la lucha y en la muerte. Germán Tenderini y Adolfo Ossa, dos héroes muertos, eran soldados de esa bandera, y sus efigies se hallan por esto conservadas en el muro con un grato y fraternal respeto. A virtud de todo esto, y desde entonces (han transcurrido ya veinte años, que hoy se cumplen) la Tercera Compañía de Bomberos de Santiago ha sido siempre en el ejercito sin paga y sin pólvora, sin yatagán y sin sangre, de los generosos, sublimes y abnegados salvadores del hogar y de la vida, el "Buin 1º de Línea" en la nómina de sus heroicos combatientes...


BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA
Folletín: “La Cuna del Cuerpo de Bomberos”
Santiago, diciembre 23 de 1883.

lunes, 30 de noviembre de 2009

1 DE ENERO DE 1953


“La noche del Año Nuevo se tiñó con rojos resplandores de tragedia”.

La madrugada del 1 de enero de 1953 alrededor de las 02:00 horas, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso acudió a la primera Alarma de Incendio del nuevo año, el fuego hizo su aparición en la barraca Schulze ubicada en avenida Brasil esquina de calle Freire.

El incendio, como tantos otros, fue rápidamente dominado y nada hizo suponer la dantesca tragedia que arrebataría la vida a 36 voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso. Cuando el reloj marcó las 03:04 horas sobrevino la explosión transformando una noche de buenaventurazas en absoluta tragedia.


RELATO DE UN CAPITAN DE 38 AÑOS

...Soy René Gallardo Kötz, Bombero.

El 1 de enero de 1953 tenía 38 años de edad y asumía la capitanía de la 10ª Compañía. Hasta aquel entonces me había desempeñado como ayudante del 2º Comandante don José Serey Sagredo. ¿Qué habrá sido de él?. La emoción lo embarga y calla.

Me encontraba en casa celebrando el año nuevo y mi sexto año de matrimonio junto a mis hijos de 2 y 4 años. Vivía en la calle Héctor Calvo del cerro Bellavista. (calle que coincidentemente lleva el nombre del joven mártir de la 10ª fallecido en el incendio de calle Rodríguez entre Chacabuco y Pedro Montt la noche del 13 de diciembre de 1948).

Cuando sonó la sirena me asomé inmediatamente para ver lo que ocurría, tomé mi chaqueta y casco y partí al incendio, era uno más. El incendio fue como tantos otros, a las 03:04 horas me acerqué al 2º Comandante Serey para informarle que el incendio ya estaba controlado, allí sobrevino la explosión!. Desde calle Blanco volé hasta la bodega Cánepa donde me azoté contra las cortinas. Sufrí un par de magullones, pero inmediatamente me incorporé y comencé a buscar a mis Tenientes, no había ninguno, no encontré a nadie, todos habían fallecido. Nadie quiere perderse la primera lista del año, y a aquel incendio habían llegado casi todos.

Esa noche no pudimos pasar lista ¿A quién se la pasaríamos?. El que no estaba en el Hospital, estaba muerto. Diez de mi Compañía eran los fallecidos en acto de servicio. Aquella noche supe lo que era sentir la garganta apretada.

¿Qué vi esa noche?... ¡Horrores!. Perdone, ha pasado tanto tiempo, pero aún me brotan las lágrimas. No podré olvidar jamás a esos muchachos que ardían envueltos en llamas sin que pudiésemos hacer nada. Aquella noche vi a los curiosos como sonámbulos sin rumbo con sus espaldas ardiendo.

Cuando llegamos al Hospital a todos nos pusieron una inyección, al interior de una de las salas de urgencia oí a uno de mis compañeros quien atormentado por el dolor suplicaba “¡Mátenme, mátenme!”

El Hospital me encontré con el Dr. de Compañía Jorge Soto Moreno, había sido alcanzado por la explosión y aún andaba de smoking. Al no encontrar a todos mis voluntarios en aquel lugar, regresé al lugar de la explosión, no pude reconocer a nadie, todos estaban negros y brillantes, algunos irreconocibles. Los funerales fueron muy tristes, muchas de las urnas no llevaban nada dentro.

Soy un sobreviviente, sufro de una distonía de torsión, no sé muy bien lo que significa aquello, pero no puedo mantenerme mucho rato de frente, después de un par de segundos giro automáticamente. Nunca me recuperé. (1)

UN VOLUNTARIO DE 24 AÑOS

Soy Eduardo Ramos Castro, una vez tuve 24 años y un terno de novio. Me había casado en la navidad de 1952, y me iría de luna del miel el 1 de enero del 53’.

Al oír la sirena partí de inmediato al incendio. Entonces sobrevino la explosión, volé por los aires, cuando recuperé el conocimiento me vi medio muerto tendido sobre una ruma de escombros en llamas... ¡Gritaba!. Mi padre murió mártir. No me va a creer, mi padre me salvo y me saco de entre las llamas y el humo, ahogándome logre llegar desde calle Blanco hasta la avenida Errázuriz. (Bernardo Ramos de la misma Compañía fallece junto a Héctor Calvo en el incendio calle Rodríguez entre Chacabuco y Pedro Montt la noche del 13 de diciembre de 1948).

Al mirarme las manos vi que solo llevaba colgajos de piel, no sentía dolor. Precisamente en aquel momento pasó un automóvil conducido por jóvenes... paró y al ver sus rostros de espanto, supe que lo mío era grave.

Al llegar al hospital pedí a un amigo que avisara a mi casa que estaba vivo, anotó el teléfono en una caja de fósforos que después perdió, nunca llego aquella noticia a mi hogar, en ella me dieron por muerto.

El cuidador de la bodega nos advirtió que en ella se guardaban explosivos mientras rescatábamos sus cosas.

Aún tengo una cicatriz en mi mentón, manchas en mi nariz y en las manos. Una vez tuve 28 años y sobreviví a la tragedia más grande de mi vida.

ALFREDO BLANCHAR DE LA QUINTA COMPAÑÍA BOMBA“POMPE FRANCE”.

Fuimos de los primeros en llegar al incendio. Al momento de la explosión me encontraba en el techo de la barraca Schulze junto a mis compañeros Carlos Venegas, Roberto Murgues y Ramón Casacuberta. Todos lograron sobrevivir.

Recuerdo que toda la estructura en que estábamos se desarmó y caímos. Yo sólo vi unos espejismos, sombras y a tientas salí del lugar y me dirigí a mi casa del cerro Mariposa. Me salieron a encontrar mi esposa y mis familiares. Afortunadamente, me lograron salvar el ojo izquierdo, gracias a un medicamento que me trajeron desde Argentina. Lamentablemente, perdí totalmente el oído de ese lado...

Los Muertos en Acto de Servicio son:

De la Sexta.
Guido Malfatti Paolinelli.
Paolo Scorza Roi
Humberto Gaggero Capellaro

De la Séptima.
Rufino Rodrigo R.

De la Octava.
José Serey Sagredo (2º Comandante)
Guillermo Balbontín S.
Lautaro Barrientos B.
Leandro Escudero C.
Joaquín Fuenzalida G.
Albino Gómez O.
José Pereira S.
Jorge Robles S.
Carlos Silva C. (Padre)
Carlos Silva V. (Hijo)
Jorge Thibaut S.
Galvarino Vera M.
Hernán Viejo L.
Rubén Zamorano B.
Luis Fuster G.
Luis García P.

De la Décima.
René Carmona Corvalán
Juan Contreras Fernández
Jaime Rojas Rojas
Carlos Figueroa Pinilla
Carlos López González
Julio Gallagher Maureira
Jorge Rubio Ramírez
Luis Pinto Gómez
Jorge Candia Pérez
Gustavo Covarrubias Díaz

De la Undécima
Alfonso Agüero Pérez
Fernando Aguiló Muñoz
Edwin Glaves Espejo
Robert Glaves Espejo
Hugh Honeymann Hills
Roberto Layera P.
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(1) Don René Gallardo Kötz se convirtió en un destacado Capitán de la Décima llegando a servir en el cargo de Comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, fallecido hace algunos años. Hoy la Brigada Juvenil de la 10ª Compañía lo recuerda llevando su nombre y cosechando en los más jóvenes el espíritu bomberil que más tarde germinará en extraordinario servicio.

martes, 17 de noviembre de 2009

LAS ANTORCHAS BOMBERILES


Los funerales de bomberos tienen algo de característico, que les da relieves especiales aparte de la impresión de recogimiento que, como es natural, produce todo cortejo!..... Es el uso de las antorchas, con que los voluntarios y auxiliares van alumbrando el camino de la postrer morada, al compañero que se va!..... De esas antorchas que, en las penumbras de la noche, cuando remontando el cerro del panteón, chispeantes y en largas hileras, semejan a aquellas caravanas de negros penitentes con que solía tropezar en la carretera solitaria y polvorienta el aventurero o caminante, en lejanos tiempos!..... De esas antorchas que cuando niños veíamos desfilar desde el cristal de la ventana, con ojos asustadizos y admirados, aún dominados por el sueño que había interrumpido la música funeraria, y que hoy, ante la completa realidad de la vida y recorrida de ella la mayor jornada, nos semejan los cirios burlescos y anunciadores del propio cortejo que se acerca!.....

Quien podía imaginarse el papel que ha correspondido en el desarrollo de la historia a este aparato minúsculo y sin importancia, hoy casi desterrado del uso de los pueblos!..... Desde que fuera ideado por el hombre milenario, allá en el horizonte lejano de los comienzos de la humanidad; hasta nuestros días, en que el sorprendente descubrimiento de la electricidad ha hecho innecesaria su aplicación, la antorcha ha servido al hombre para fines diversos, bajos y ruines unos, nobles y elevados los otros!.....

La antorcha era el medio que tuvo el hombre primitivo para defenderse de la inclemencia del tiempo y furor de las fieras, y para alumbrarse en la para él pavorosa oscuridad de la noche!..... Las alimentaba a toda hora, y como no conocía otro medio para obtener el fuego que el que brindaba el volcán lejano y rugiente, las llevaba consigo como carga preciosa, de selva en selva, atravesando montañas y ríos!..... Qué espectáculo más extraño deben haber ofrecido esas tribus, marchando en pos de la antorcha gigantesca, llevada en hombros cual Arca Santa de divina salvación!..... En sus almas sencillas y toscas no había anidado todavía el interés por aquellos otros elementos que tanto agitan hoy al hombre, y que lo llevan comúnmente a la lucha fraticida: solo el fuego, mantenido por la antorcha santa, tenía valor y era sagrado!.....

A la antorcha luminaria, que era símbolo de salvación y vida, que agrupaba a los hombres en un solo haz de hermandad y amor, sucedió, probablemente en la edad del bronce o del hierro, la tea incendiaria, que sembró la muerte y desolación!... Los hombres dejaron de ser hermanos, y empujados unos contra los otros por la embriaguez desenfrenada del poder y de la fortuna, durante siglos de siglos tuvieron en la tea el arma que mutilaba y mataba en el día, y que en la noche servía al vencedor para recoger el botín o celebrar el triunfo, generalmente más espantoso que la propia batalla!... Qué escenas de dolor y desolación no alumbró en el pasado remoto este extraño símbolo de la destrucción!... Nerón iluminó con teas sus locas orgías, alimentándolas en al mirra santa e inocente de los mártires cristianos!... Atila, en sus ansias trogloditas, paseó con ellas la ruina y desolación por la vieja Europa, y así, donde hubo dolor y ruina, ahí se alzó la llama turbulenta y pavorosa de la tea!...

Pero, poco a poco la tea fue perdiendo su fin espantable y siniestro!... De nuevo volvió a ser la antorcha luminosa, la que fue compañera inseparable y buena del hombre milenario!... Ya no vagó por las montañas y valles, blandida en lo alto por la mano robusta del guerrero, sembrando la muerte y desolación"... Después se le vio orientado el camino al viajero presuroso, presidiendo la tertulia del pastor que sorprendía la noche en la mitad de la jornada, alumbrando al artesano e industrial en sus trabajos maravillosos, guiando al minero en su tarea temeraria!... Ya fue, de nuevo, emblema santa de amor y ayuda fraternal!... desde los altos cerros de la costa señaló al navegante el sitio de salvación en las inciertas y negras horas de la tempestad!...

Ya no fue la tea que mataba y desolaba!... Era la antorcha que iluminaba y orientaba!... Había dejado de ser símbolo del fuego: era símbolo de la luz!...

Hoy carece la antorcha casi por entero de aplicación práctica. No se le usa ni como elemento de destrucción, ni como medio o ayuda de trabajo. Solo los bomberos de este lejano lado del mundo, la conservan en sus costumbres como cirios funerarios!...

Nuestros antiguos voluntarios y auxiliares usaron la antorcha para alumbrar las bombas y carros, cuando la voz plañidera de la campana los llamaba al sitio del deber en las altas horas de la noche. Servían para alumbrar los trabajos y movimientos bomberiles, como los de conexión de mangueras, y los de armadura sobre los pozos de alimentación que había en varios puntos de la ciudad. Cabe anotar, a estos respectos, que cuando el Emperador Augusto estableció el primer cuerpo de bomberos o zapadores que recuerda la historia, formó una legión de alumbradores, cuya misión era señalar con antorchas el camino a los que llevaban el material.

El uso de las antorchas en los funerales data del año 1850, en que, a causa del estado de revolución, se efectuaron varios funerales en la noche, por disposición de la autoridad. Muchos voluntarios y auxiliares llevaron antorchas para alumbrar el camino, en aquellos años tortuoso y accidentado, y así, lo que se hizo una vez por necesidad, quedó hasta hoy convertido en costumbre legendaria.

Me ha tocado muchas veces hacer el mismo camino, marchando con la antorcha de luz incierta en pos del amigo o compañero que ha pagado su tributo a la muerte!... Es la misma subida sinuosa y antigua; casi las mismas casas; el mismo pavimento formado por toscas piedras; nada ha cambiado!... Todo nos recuerda el pasado!... Todo nos dice que ahí mismo, en ese largo proceso de 74 años que informa la historia del Cuerpo de Bomberos, son muchos los que han pasado, son muchos los que han vuelto de nuevo con las antorchas al brazo, tras el cortejo; hasta que a su vez les ha llegado su turno, el instante de la postrer y última pasada!...

Cada vez que regreso de esas tristes y dolorosas peregrinaciones, y no huye todavía de mi espíritu esa penumbra de pensamientos que nos produce la cercanía de la muerte, todos los viejos objetos de esa ruta, desde sus casas enterradas en las laderas, hasta las gastadas pizarras de su pavimento, me traen recuerdos de los amigos que han dejado para siempre este ingrato y duro batallar!... Cuantas reflecciones, santas y hermosas, no asaltan en esos momentos al alma, hasta que el torbellino de la vida que fluye de la ciudad alegre, se los lleva con los acordes de la música que, allá abajo, despide a los bomberos!... Cuantas reflecciones tristes, pero gratas al alma, siempre sedienta del recuerdo, aunque sea para sangrar nuevas lágrimas!... Cuantos nombres queridos desfilan con la velocidad de un rayo!... El amigo con que antes hicimos juntos esa ascensión penosa; el alegre muchacho ido en los años de la risa y de las ilusiones puras; el hombre ya formado, que lloran aún la viuda y los tiernos hijos; el patriarca que nos ha legado el ejemplo de sus esfuerzos y virtudes!... Cuantas veces, Dios mío, me ha tocado, en tan corto número de años, subir por esa ruta dolorosa, llevando la antorcha funeraria!...

Y, para nada más sirven las viejas antorchas bomberiles!... Ellas alumbran nuestras hermosas tradiciones, y es por eso que, como el hombre milenario, no queremos que las apague el vendaval del tiempo o del olvido!...

Para estos hombres ilusos y quijotescos que se llaman los bomberos voluntarios, que cuando sienten la voz extraña de la bocina, dejan todo, y corren alegres y animosos en busca de las llamas, las antorchas sirven de cirios funerarios!... Y allá, en los momentos de la expansión, bajo el techo del querido Cuartel, unos a otros se dicen, risueños o sarcásticos, que ellas, las viejas antorchas y la música que les hace compañía en los entierros, constituyen la esperanza del bombero voluntario!...

Y... esto es lo que el vulgo llama bufonamente, "El pago de los bomberos".



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Por Guillermo Ernesto Meyer
Voluntario de la Tercera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso
Publicado en el Número 1 del “Magazine Bomberil” de Valparaíso, Enero de 1926

jueves, 5 de noviembre de 2009

LA REVOLUCIÓN DE 1859 Y LA TERCERA



Junto con conocer fechas y acontecimientos que forman la historia del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, es interesante también descubrir el sentimiento de quienes han formado parte de la Institución, quienes ciertamente son sus personajes principales en estos 158 años de caminar a través del tiempo. Ellos han dejado un testimonio con su pensamiento respecto a los hechos vividos, y su punto de vista sobre los mismos.
La Tercera Compañía “Cousiño y Agustín Edwards”, en esa época, aún denominada “Cousiño” Nº 3 o la "Bomba del Almendral”, se vio afectada por las agitaciones políticas que desembocaron en la Revolución de 1859, ya que en ella tuvieron activa participación varios bomberos que la integraban... Es así que, al abrirse el período legislativo de 1858, Matías Cousiño Jorquera y Alfaro, donante de la bomba de la 3ª Compañía y padre del primer Director José Luis Cousiño Squella, presentó a la Cámara de Diputados, del cual era miembro, una solicitud para ofrecer en venta al Gobierno las acciones del Ferrocarril de Valparaíso a Santiago, de su propiedad, solicitud que finalmente tuvo el apoyo del Ejecutivo. Sucedió entonces que Tomás Gallo Goyenechea, Diputado por Copiapó, y Ángel Custodio Gallo Goyenechea, Director de la 3ª Compañía de Valparaíso, y a su vez también Diputado por Valparaíso, poseían con sus respectivas familias un millón de pesos en las mencionadas acciones ferroviarias, y expusieron que esa negociación, si bien era ventajosa para ellos, la estimaban en cambio muy mala para los intereses del Estado; en consecuencia se opusieron y la combatieron con todo ardor.
Este hecho, el flagelamiento de tres distinguidos ciudadanos, ordenado por el Intendente de Copiapó Juan V. Mira, y las actividades del “Club Constituyente”, fueron, puede decirse, las chispas que encendieron aquella contienda entre hermanos.
Ángel Custodio Gallo, era hermano del ilustre caudillo atacameño Pedro León Gallo, jefe principal de la revolución con que terminó el decenio del gobierno conservador del Presidente Manuel Montt Torres y su Ministro del Interior Antonio Varas de la Barra. Los partidarios del gobierno en Valparaíso y la capital eran mayoritarios, por lo que el señor Gallo fue detenido en el Club de la Unión en Santiago (del que era Director), donde se encontraba, junto con su primo Manuel Antonio Matta y su amigo Benjamín Vicuña Mackenna, para luchar por la reforma constitucional. Purgaron en la oscuridad de un cuartel sus vínculos sanguíneos con uno de los más tenaces opositores de la administración que terminaba (Pedro León Gallo), siendo enviado los tres al destierro a Liverpool (Inglaterra) en el buque inglés “Luisa Braginton”. A ellos se les suma Domingo Arteaga AlemparteLa 3ª Cía. se vio privada cerca de un año del concurso ilustrado y cariñoso de su digno Director, Ángel Custodio Gallo Goyenechea. Al cautiverio le siguió su Capitán, Juan José Rodríguez, y al de éste el del Teniente 3º Manuel Antonio del Río y varios otros bomberos. El Secretario Octavio González Reimundis, huyó al Perú por algún tiempo.
En estas circunstancias, la Tercera pasó difíciles momentos; testimonio de ello entrega el Teniente de Guardia, anotando en el Libro Diario del Cuartel el día 3 de febrero de 1859:“Tenemos que lamentar la desgracia de la pérdida de uno de los miembros de la Compañía que ha sido extraído hoy de la casa del Cónsul Americano. También hay otros que están ocultos, de los cuales ya no tenemos esperanza alguna, para que nos acompañen en nuestros trabajos y fatigas. Que la felicidad y buena estrella los acompañe por doquiera que se encuentren”.Antes de huir al Perú como se ha señalado, el Secretario en esa época, el joven pensador y estudioso Octavio González Reimundis, con indiscutibles dotes literarios, dejó cortos pero hermosos apuntes, impregnados de idealismo y de esos sueños un tanto quiméricos que en el comienzo de la mitad del siglo XIX llegaron a nuestras playas, traídos desde la vieja Europa, por algunos espíritus inquietos, como Francisco Bilbao.
El cautiverio de gran número de bomberos debe haber producido quizás cierto eco simpático a estas ideas en el Cuartel de la Tercera, porque los escritos del Secretario González Reimundis, siendo en la forma una bella proclamación de elevados sentimientos de hermandad, en el fondo eran en realidad una protesta contra lo que a su alma debe haber parecido un ultraje a los sagrados fueros de la libertad y a la redención social que aquellos predicaban.Interesantes de conocer son sus apuntes acerca de la “Fraternidad”, pues permiten comprobar los méritos literarios y el pensamiento de su autor:“Pasar en silencio el estado de semi abandono i de indolencia que, por el momento, nos domina a todos los bomberos de la Tercera Compañía, sería arrancar forzosamente una página de duelo a la historia de nuestra vida pública.Pero lejos de ser esta confesión un cargo que pese sobre nuestra fe y nuestro entusiasmo, es más bien la prueba irrecusable del imperio que sobre nosotros ejerce el principio de FRATERNIDAD tantas veces iniciado, tan pocas veces iniciado, tan pocas conseguido por los hombres de corazón. Estas palabras que hemos repetido con la copa en la mano o al lado del cadáver de un compañero; esta palabra que hemos escrito por lema sobre nuestra puerta y sobre nuestra bandera es entre nosotros una feliz realidad, un hecho que nos caracteriza, una cruz de honor con que, sin saberlo, sin conocerlo, nos hemos adornado para probar a los que nos la vean sobre el pecho que la fraternidad no es una quimera”.
Y después de una bella disertación sobre los deberes bomberiles que se derivan de ese mismo sentimiento de fraternidad, concluye el señor González Reimundis de esta manera:
“Podemos decirlo con satisfacción: entre nosotros no hay uno, ni uno tan solo, que deje de practicar los deberes fraternales que nos hemos impuesto recíprocamente.Por eso es que la prisión de algunos compañeros nos hace alejarnos del Cuartel; por eso es que se nota entre nosotros cierto desaliento pasajero, que pasará como pasan las tempestades por sobre nuestros bosques; les azotan, les prestan armonías, pero no les derriban. Que pasen las aciagas circunstancias de la vida política del país; que suene la campana de alarma; que sea preciso reunirnos, y entonces se verá a la Tercera Compañía tan numerosa, tan disciplinada, tan alerta como siempre por el servicio y como siempre rica de vida, de entusiasmo y de FRATERNIDAD”.
A todo esto, el ejército atacameño, era apoyado entre otros por Miguel Gallo Goyenechea, alcalde de Copiapó y Manuel Antonio Matta, patriarca del antiguo Radicalismo Chileno y primo del jefe revolucionario, el célebre Pedro León Gallo Goyenechea, cuyo ejército estaba formado principalmente por los célebres “Zuavos de Chañarcillo”. Inflingió completa derrota en la Batalla de Los Loros, el 14 de marzo de 1859 al ejército gobiernista, que era comandado por el coronel José María Silva Chávez, considerado de los mejores estrategas de la época. El Gobierno mandó entonces al norte al General Juan Vidaurre (Morla) Leal, y éste con 3000 soldados derrotó en Cerro Grande a Gallo que solo contaba con 2000 hombres.
El General Vidaurre fue padre del ilustre Director Tercerino, Vicente Vidaurre Riquelme, por lo que se viene a inferir que los acontecimientos políticos de 1859 tuvieron en las filas Tercerinas marcada repercusión. Vicente Vidaurre era primo de Manuel Antonio del Río, y no deja de ser curioso que mientras éste era tomado preso por revolucionario, el padre de aquel era a su vez el encargado de dar el golpe de muerte a la revolución. Por lo demás se debe recordar que los señores Gallo Goyenechea, que hacían la revolución, eran a su vez parientes suyos. Muerte del General Juan Vidaurre-Leal Morla (Concepción 1802 – Valparaíso 1859) Casado con Manuela del Río y Fernández con gran descendencia. Se incorporó al Ejercito de Los Andes. Como Cadete participó en el sitio y asalto de Talcahuano y en los combates de Quecheregua y Cancha Rayada. En 1818 fue destinado a la Academia Militar de Santiago y con ella concurrió a la batalla de Maipú. En 1826 pelea en la batalla de Bellavista, en Chiloé y en 1830 ascendió a sargento mayor. En 1831 fue comandante de la brigada de artillería de Valparaíso y designado elector de presidente de la República. En 1837, después de producido el Motín de Quillota, encabezado por José Antonio Vidaurre, su primo, combatió en las alturas del Barón, bajo las órdenes de Manuel Blanco Encalada.Por su valentía y desempeño le otorgan una condecoración y para distinguirlo de su primo José Antonio, se le concedió el uso para sí y hasta la cuarta generación de sus descendientes, el título de "Leal", que usó desde entonces y que sus descendientes lo integraron a su apellido: Vidaurre-Leal. En el año 1838, se incorporó al Ejercito Restaurador del Perú y participó en las acciones de Yungay y Portada de Guías.En 1843 fue miembro de la comisión redactora del Código Militar; al año siguiente, de la comisión revisora de la Táctica de Infantería; en 1846 fue sub-inspector de la Guardia Nacional; en 1847, inspector de los Cuerpos Militares de Valparaíso; en 1848, inspector de los Cuerpos Cívicos del Norte y en el año 1849, comandante general de armas de Santiago e inspector general de la Guardia Nacional.En 1851, con motivo de la revolución que estalló el 7 de septiembre, en La Serena, cuyo objetivo era impedir la llegada al poder de Manuel Montt Torres y auspiciar la candidatura del general Cruz, fue nombrado comandante general de las fuerzas pacificadoras del norte. Impidió que las tropas revolucionarias marcharan hacia la capital, y las derrotó en Petorca, el 14 de octubre de 1851.En 1852 fue nombrado Intendente y Comandante General de Armas de Chiloé. En 1853 ascendió a general de brigada y en 1854 se le designó Intendente y Comandante General de Armas de Atacama.Diputado suplente por Osorno, 1855-1858, pero no hay constancia que se haya incorporado. Diputado por Lautaro (1858-1861). Integró la Comisión Permanente de Guerra y Marina.Finalmente fue nombrado Comandante General de Armas y el 3 de septiembre de 1859 asume como Intendente (s) de Valparaíso en reemplazo del titular Jovino Novoa Vidal de viaje en Santiago y próximo a asumir el cargo de Ministro de Hacienda (3.10.1859 al 01.10.1861). El 18 de septiembre de 1859, a las 12,00 horas, luego de la celebración del Tedeum que se celebraba en la histórica Iglesia de La Matriz, ubicada en el sector Puerto de Valparaíso, fue cobardemente asesinado por el cabecilla del motín, Lázaro Valenzuela (algunos historiadores lo identifican como Lorenzo Valenzuela), quien le disparó a quemarropa. El hecho causó profunda indignación en toda la ciudadanía. El Teniente Orellana, oficial ayudante del general, quien caminaba junto al general Vidaurre se lanzó sobre el asesino y ayudado por soldados que asistían al Tedeum redujeron al criminal y lo encarcelaron. El general Vidaurre fue llevado al interior de la Iglesia de La Matriz donde le dieron los primeros auxilios y luego fue trasladado a la Intendencia donde murió tres horas después del atentado, pidiendo “perdón y clemencia para su victimario”, el cual, luego de ser sometido a Consejo de Guerra al día siguiente, fue condenado a fusilamiento junto a otros involucrados en el motín, según los Artículos 4 y 141 del Titulo 80 de la Ordenanza General del Ejército. Un auxiliar de la 3ª Compañía, el modesto jornalero Juan 2º Arancibia, fue víctima inocente también de este atentado, que se atribuyó a la política. Antes de fallecer el general entregó el mando al coronel Cornelio Saavedra, quien fue ratificado ese mismo día por el Presidente Manuel Montt Torres.Los funerales del general que alcanzó a desempeñar el cargo de intendente solo dos semanas fueron de gran solemnidad, la ciudad estaba completamente embanderada y el cortejo fúnebre salió desde la plazoleta de La Matriz el 23 de septiembre, iniciado por la banda de música del Regimiento de Cazadores a Caballos y por un piquete de 25 batidores de esta misma unidad con oficiales, todos ellos montados en caballos tordillos.A continuación formó el Cuerpo de Bomberos en pleno, con su estandarte, las tres Compañías de Hachas y Escaleras, las seis de agua y la Compañía de Salvadores y Guardia de la Propiedad, llevando a la cabeza la banda del Batallón Nº1 de la Guardia Nacional.Tras de los bomberos marchaban todos los oficiales francos de las instituciones militares, el clero de Valparaíso y las comunidades religiosas. La procesión continuó por la plaza de la Municipalidad (hoy Francisco Echaurren García-Huidobro), calle de la Planchada (hoy Serrano) continuando por la calle de la Aduana (hoy Prat) y calle del Cabo (hoy Esmeralda); cruzaron la plaza del Orden (hoy Aníbal Pinto), siguiendo por la calle San Juan de Dios (hoy Condell), plaza de la Victoria, calle de la Victoria (hoy Av. Pedro Montt) hasta la calle de La Merced (hoy Av. Uruguay) llegando a la iglesia de La Merced.En los últimos tramos de la marcha fueron desenganchados los caballos de la carroza y se concedió a los voluntarios de la 3ª Compañía el honor de arrastrarla hasta el punto en que los restos fueron entregados para conducirlos a Santiago. Todo ello en atención como se ha dicho, a que el general Vidaurre era el padre del voluntario Vicente 2º Vidaurre Riquelme, abuelo del abanderado Vicentito Vidaurre, y tío del Teniente 3º Manuel Antonio del Río. El General Vidaurre dejó también varios hijos de su segundo matrimonio con Manuela del Río Fernández, distinguida dama de Concepción, que naciera en Mendoza en el período de exilio que vivieron los patriotas. Además de los vínculos sanguíneos, el General había mirado siempre con profunda simpatía todo lo que se relacionara con la causa bomberil, por lo que era uno de los más asiduos visitantes del Cuartel.El Secretario González Reimundis dio minuciosos detalles de la imponente ceremonia a que dieron lugar los funerales del viejo General, que aparte de su prestigio como veterano de la Guerra de la Independencia y de la alta investidura pública, gozaba de inmensa simpatía por su carácter afable y su rectitud en el proceder. Se puede decir que todo Valparaíso concurrió a esa ceremonia, desde sus más importantes autoridades hasta los más humildes ciudadanos, teniendo el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso una brillantísima participación y siendo el primer funeral de un servidor público al que concurrió en masa dicha Institución.Cumplida esta ceremonia fúnebre las fuerzas militares, los bomberos, las autoridades y todos los concurrentes al funeral desfilaron ante la carroza. Una vez concluido este postrer homenaje, la carroza se puso lentamente en movimiento hacia la avenida Las Delicias para tomar el camino de Santiago, escoltada por el Regimiento de Cazadores a Caballo. Ese mismo día llegó a Casablanca a las 22,00 horas, su cuerpo quedó en la Iglesia y al día siguiente fue escoltado por todo el pueblo y una Compañía de Infantería lo trasladó hasta la cuesta Zapata.Finalmente el día 26 llegó a la Iglesia del Asilo del Salvador en Yungay, pasando por la Alameda y calle Bandera hasta la Iglesia de la Compañía de Jesús en Santiago, cuyo incendio el 8 de diciembre de 1863 dio origen doce días más tarde a la fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago. El féretro fue llevado al día siguiente a la Catedral Metropolitana. Finalmente, luego de una misa oficiada por el obispo de Ancud lo trasladaron al Cementerio General escoltado por los Cuerpos Cívicos de línea, de Caballería y de la Policía Municipal.Al volver Pedro León Gallo del destierro, en 1866 fue proclamado candidato a la Presidencia de la República. Entre los dirigentes de su campaña en Valparaíso vemos figurar nuevamente a Manuel Antonio del Río y algunos otros Tercerinos, entre los cuales estaba Alfredo Cox, quién fue designado secretario de la asamblea en que se hizo la proclamación. Presidente de dicha asamblea era Isidoro Errázuriz.
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Texto de Horacio Rodríguez Mackenna y Carlos Carvajal; del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso "Valparaíso 1851".

martes, 27 de octubre de 2009

LAZOS DE AMISTAD CON LA 5a. DE SANTIAGO


El día 19 de diciembre del año 1888, el oficial de servicio de nuestra Compañía acotaba en el Libro Diario de Oficiales, la recepción de dos misivas dentro de la correspondencia. Una correspondía a una carta de la 1ª Compañía de Bomberos de Santiago, fechada el día 15 del mismo mes, por la cual se invitaba a nuestro Director, Capitán y Secretario a un acto que se efectuaría en su cuartel capitalino con motivo de celebrar sus primeros 25 años de existencia.
La segunda misiva aludida, se trataba de un escueto telegrama que decía lo siguiente:




“Señor Carlos García L.
Capitán de la 3ª Cía. de Bomberos de Valparaíso

La Quinta espera a la Tercera

Manuel Avalos Prado
Capitán “

Como podemos colegir de esta correspondencia recibida, el motivo principal de estas invitaciones obedecía a las celebraciones programadas por el Cuerpo de Bomberos de Santiago con motivo de conmemorar el vigésimo quinto aniversario de su fundación, actos que se efectuarían entre el 22 y 24 de diciembre de 1888.
Previamente, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso había recibido una invitación oficial para tan esperada fiesta y, en su sesión de Directorio de 5 de diciembre de aquel año, había aceptado la invitación. Para estos efectos, había solicitado al Ministerio del Interior pusiera a su servicio un tren especial para el transporte de 100 voluntarios porteños, diez por cada una de las Compañías que conformaban a esa fecha la benemérita institución. Una vez que se corroboró la solicitud planteada, se dispuso que el tren saliera desde Valparaíso el sábado 22 de diciembre a las 15,30 horas y se esperaba que arribara a la capital a las 19,50 horas de ese mismo día.
En posesión de todos esos datos, nuestro Capitán envió la siguiente respuesta, vía telegrama, al Capitán de la Quinta:

“Diciembre 19 de 1888
Tercera agradece atención 5ª, comisión irá el sábado por tren especial 3 ½ de la tarde.

Carlos García Ledesma
Capitán”

Las muestras de recíproca amistad entre la Tercera y la Quinta de Santiago, ya se arrastraban de varios años antes. Quizás se podrían remontar a los primeros años de vida de la 5ª. En cualquier ocasión en que la Tercera efectuaba alguna visita oficial a Santiago, era objeto de finas atenciones y especial preocupación por parte de miembros de la 5ª. De esta forma no era de extrañar la actitud para las fiestas que se avecinaban.
Aquel sábado 22 de diciembre de 1888, a las 15,25 horas salía desde Valparaíso el convoy ferroviario que llevaba a bordo la delegación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, incluida, obviamente, la de la Tercera que marcaría un hecho histórico en el futuro de ambas Compañías. Componían nuestra delegación, en primer término, el Director don Roberto Pretot Freire y los diez miembros comisionados en la delegación:
Capitán, Carlos García Ledesma; Teniente 3º, Roberto Felipe Délano Ross; Ayudante, Enrique del Río; Voluntarios, Carlos 2º Lorca, Enrique García Ledesma, Joaquín Barbra, Julio Martin, Carlos E. Burton, Carlos E. Wessel y Ricardo Valdés Vicuña.
El tren arribó a las 19,15 horas a la Estación del Mercado de Santiago (Construida en la década de 1880 como terminal del ramal Yungay-Mercado Central y que con el auge en el flujo de pasajeros se amplió en 1912 para transformarse en la Estación Mapocho), donde esperaba una comisión de la 5ª de Santiago y que acompaña a los miembros de la Tercera al Hotel Inglés, lugar en el cual nuestra delegación tenía reservas para su hospedaje.

A las 20,05 horas la delegación completa del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso se reunía en el Cuartel General de Santiago para asistir al Teatro Municipal a un Concierto de Gala en homenaje al Cuerpo de Bomberos capitalino.


El día domingo 23 a las 11,30 horas, la delegación de la Tercera se junta en el cuartel de la 5ª y forman en conjunto para la Revista, Repartición de Premios y Ejercicio General, que estaba programado en la Alameda de las Delicias.


La 5ª cede a la Tercera un gallo recién estrenado para su participación en el ejercicio. Finalizado

este ceremonial, se regresa al cuartel de la 5ª donde se pasa lista.
A las 16,15 horas se asiste a un gran banquete ofrecido por el Cuerpo de Bomberos de Santiago en el Cerro Santa Lucía. Finalizado éste, se retorna al Hotel para tomar un descanso.
Por la noche, la delegación tercerina es agasajada con una cena ofrecida por la 5ª en el Club de Septiembre, la que tuvo su inicio a las 23,30 horas. Ofreció la manifestación el secretario de la Quinta don Nicolás Montt, quién hizo votos por la unión y fraternidad de las Compañías. Agradeció nuestro Director todas las atenciones dispensadas, e invitó a la Quinta a la reinauguración de nuestro cuartel, acto que estaba programado para marzo de 1889.

Entre los discursos que continuaron aquella noche se insinuó la idea de formalizar un canje de servicios entre la Tercera y la Quinta, idea que gozó del frenético aplauso de todos los presentes. Se había colocado la primera piedra para dar marco a una amistad que ha perdurado por años.
Concluida la cena, la delegación de la Tercera fue acompañada por miembros de la Quinta hasta su lugar de alojamiento, pero el intercambio de atenciones no terminó ahí. Varios tercerinos, dando muestras de su sempiterna y caballeresca actitud, acompañaron, a su vez, hasta su residencia al Capitán de la Quinta don Manuel Ávalos Prado.
Una vez de regreso la delegación en Valparaíso no quedó en el olvido lo conversado e insinuado en tan hermoso ágape. Iniciado el año 1889, la Compañía fue citada a Reunión de Compañía, ésta se verificó el 25 de febrero de 1889. En ella se tomó en forma unánime un acuerdo que traería historia, el texto decía lo siguiente:

“Agradeciendo a la 5ª Cía. de Bomberos de Santiago las manifestaciones de simpatía con que obsequió a la comisión que en representación de la 3ª fue a esa capital con motivo del 25º aniversario del Cuerpo de Bomberos de Santiago i (sic) deseando estrechar los sentimientos de recíproca fraternidad que existen entre ambas Compañías, se acuerda que todo miembro perteneciente a la 5ª Compañía de Bomberos de Santiago i que se encuentre de paso en Valparaíso, gozará de todas las prerrogativas que concede nuestro Reglamento.”

El 20 de marzo de 1889 se recibe respuesta de parte de la 5ª con el siguiente tenor:

“Santiago, 19 de marzo de 1889.

Señor Director:
Esta Compañía en sesión de 15 del presente, tomó conocimiento de la atenta nota de Ud. por la cual se sirve comunicarnos el acuerdo tomado por la 3ª de Valparaíso en sesión de 25 de febrero último, relativo a las prerrogativas que se conceden a los voluntarios de la 5ª cuando se encuentren de paso en Valparaíso.


La 5ª agradece cordialmente esta benévola manifestación de sus amigos i compañeros de la 3ª de Valparaíso i se sentirá mui honrada si los miembros de la 3ª quieren considerar como suya esta casa i compartir con ellos los azares i fatigas del servicio, contribuyendo con este cambio de recíprocas atenciones, a estrechar los lazos de fraternal concordia que ligan a los bomberos de los diversos cuerpos de la República.


Somos de Vd.
Sus mui attos. i S.S.
Ricardo Reyes Solar Benjamín Dávila Larraín
Secretario Director “

Este intercambio epistolar se produjo en vísperas de un gran acontecimiento para la Tercera, que fue la reinauguración de nuestro remodelado cuartel, acto que tuvo lugar el 24 de marzo de 1889 con la presencia de autoridades civiles, militares, bomberiles y de amigos de la Compañía. La Quinta se hizo presente con una nutrida delegación, que prolongó su visita hasta el día 25, ocasión en que se les brindó un lunch.


En cuanto al canje de servicios, la Quinta había aceptado lo concerniente a sus miembros que actuaran en actos del servicio activo en Valparaíso, pero quiso dar a su participación en relación a los voluntarios de la Tercera, que interviniesen en actos del servicio activo en Santiago, un marco ceñido a los reglamentos del Cuerpo de Bomberos de Santiago. A esa fecha ya existían canjes de servicios entre algunas Compañías de Valparaíso y Santiago, mas no contaban con la consulta previa a los Cuerpos que las cobijaban. De tal manera, la Quinta solicitó la debida autorización para un acuerdo definitivo, éste llegó a poco de solicitarlo.
En definitiva, con el beneplácito del Cuerpo de Bomberos de Santiago, la Quinta en Reunión de Compañía de fecha 13 de abril de 1889 tomó el acuerdo, que comunicó de esta forma a la Tercera:

“Santiago, 23 de abril de 1889.


Señor Director:

En vista del acuerdo tomado por el Cuerpo de Bomberos de Santiago a indicación del Director de la 5ª, ésta Compañía en sesión del 13 del presente acordó conceder a los voluntarios de la 3ª de Valparaíso, todos los derechos i prerrogativas de que gozan los miembros de la 5ª de Santiago en los actos del servicio activo.

A continuación transcribo a ud. el acuerdo a que se hace referencia en la presente comunicación:
Señor Director
En la última sesión celebrada por el Directorio, en vista de que los arreglos o convenios que existen entre algunas Compañías de Santiago i otras del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso o de otras ciudades, haciéndose ciertas concesiones recíprocas i permitiendo la incorporación de los voluntarios de las Compañías correspondientes en los actos de servicio, las considera convenientes por concurrir a estrechar las relaciones de confraternidad de asociaciones que tienen un mismo fundamento i un solo propósito, acordó dejar establecido, que podían ajustarse, i que en consecuencia los servicios que con arreglo a ellos se prestaran, debían considerarse para los efectos del Reglamento General.

Soi de Vd. Sr. Director su atento y S.S.

Ricardo Reyes Solar Benjamín Dávila Larraín
Secretario Director “

De esta manera quedaba sancionado el primer canje de servicios entre dos Compañías de distintas ciudades con la debida autorización de sus Cuerpos madres.
Para los anales de la historia consignemos lo siguiente:
Al momento de acordarse este canje de servicios, la Tercera fundada, como bien sabemos, el 13 de octubre de 1854, tenía 34 años y seis meses de existencia. Su oficialidad la conformaban:
Director, Roberto Pretot Freire
Capitán, Carlos García Ledesma
Secretario, Ricardo Escobar Cerda
Teniente 1º, Manuel Luco Huici
Teniente 2º, Roberto F. Délano Ross
Teniente 3º, Jorge E. Garland
Teniente 4º, Sixto A. Riofrío Samit
Ayudante, Enrique del Río
Por su parte, la Quinta de Santiago había sido fundada el 7 de diciembre de 1873, a la sazón tenía 15 años y cuatro meses de vida. Su oficialidad estaba compuesta por los siguientes voluntarios:
Director, Benjamín Dávila Larraín
Capitán, Ignacio Santa María
Teniente 1º, Arístides Pinto Concha
Teniente 2º, Daniel Rioseco
Ayudante, Ernesto Lagos
Secretario, Ricardo Reyes Solar
Tesorero, Víctor Körner
Maquinista, Alfredo Infante

Más de cien años de pura y sincera amistad unen a tercerinos y quintinos. La primera demostración de esta férrea unión se vivió en junio de 1891. El país de encontraba inmerso en una cruenta guerra civil, la Tercera (Ver capítulo al respecto) se encontraba clausurada por disposición gubernamental por razones políticas. Bajo esas circunstancias, fallece en Santiago el voluntario de la Tercera don Santiago Ross, como nuestra Compañía estaba imposibilitada de hacerse presente en los funerales, la Quinta se hizo cargo de ellos y de las correspondientes honras fúnebres.
Hechos como el descrito jalonan al paso de los años, de uno y otro lado, la hermandad tercerino-quintina. En circunstancias difíciles afloran los lazos que ratifican la unión visionaria que gestaron nuestros antepasados.
Pero no sólo en momentos tristes nos hemos encontrado. Aniversarios de unos y otros han servido para demostrarnos el verdadero aprecio y cariño que nos profesamos. Como no poder recordar las fiestas de conmemoraciones de este canje, para sus cincuenta años la fiesta se celebró en Santiago allá por el año 1939. Tuve el privilegio de participar en las fiestas por los setenta y cinco años del canje, las que se realizaron en Valparaíso y que culminaron con un brillante almuerzo en Los Lilenes. Por imponderables de calendario, esta fiesta se vino a efectuar el sábado 13 de mayo de 1967. De regreso casi terminamos en lamentaciones tras un accidente que sufrió nuestro hoy fallecido voluntario, Oscar Saravia Varas, quien cayó en su automóvil a las rocas, ganando así el simpático mote de "Saravia on the rocks".

Y la gran fiesta por el centenario celebrada el año 1989 en Valparaíso. Con esa estupenda Sesión Solemne realizada en el Aula Magna de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, con la brillante interpretación de nuestros himnos por parte de un Coro universitario y del magnífico fin de fiestas, tras un novedoso ejercicio que se realizó en la Plaza Sotomayor, celebrado en el Caleuche y que contó con el improvisado marco, pero del todo inolvidable, del zarpe de nuestro buque-escuela “Esmeralda” en su viaje de instrucción.

Los que podemos contar estas experiencias por haberlas vivido, las tenemos marcadas a fuego como hechos inolvidables de nuestra existencia y nos permiten traspasar a quienes nos sucedan que esta amistad tiene cimientos por años y años más.

--oOo--

Del libro "Epopeyas Tercerinas"
De Claudio Chaparro Forn, Voluntario de la "Tercera"

miércoles, 14 de octubre de 2009

EMELINA DE RUBÉN DARÍO


Las Bombas comenzaron a funcionar admirablemente, distribuyéndose con tino e inteligencia la magna tarea bajo la dirección de su hábil jefe. Pero, a pesar de que los primeros instantes se trató de contener el fuego, bien poco se consiguió al principio.

La confusión era terrible. A las voces de mando de los jefes, mezclábanse los gritos de angustia de las víctimas, los potentes latidos de las bombas a vapor, el ruido que hacían los muebles que desde los balcones se arrojaban y el chisporrotear de las maderas que, al devorador incendio, ofrecían abundante pábulo.

El fuego había tomado desde el principio, gran incremento, y ya, de en medio de la espesa columna de humo que en un extremo del edificio se destacaba, salpicada de innumerables chispas, veíase aparecer aterradora llama que, por instantes tomaba mayor ensanche.

Estallaban los vidrios de las ventanas, dando paso a rojas lenguas que lamían el muro ennegrecido, al mismo tiempo que caían con estrépito las vigas. Enganchadas las escaleras, subían por ellas los voluntarios.

Estimulado por la brisa, el fuego había empezado a abarcar muy basta extensión, lo que en realidad habría sucedido si no se adoptan, con la debida oportunidad, medidas para cortarlo y circunscribirlo al extremo de la manzana por donde había empezado.

De pronto oyeron los gritos de ¡Socorro! ¡Socorro! Lanzados desde uno de los balcones del segundo piso, que ya se veían cercados por las llamas.

Rápidos como el rayo, seis intrépidos voluntarios fijaron una escalera en el balcón amagado y, uno tras otro, ascendieron dos de éstos.

Llegados a lo alto de la escalera, la persona que había prorrumpido en aquellos desgarradores gritos y que era una mujer, exclamó, dirigiéndose al primero que había llegado:

-¡ Por Dios, Salvadla! ¡ Un tabique nos ha separado de súbito, y no se que hacer para liberarla! ¡ Dejadme aquí hasta que la hayas encontrado! ¡ o más bien, ayúdame a salvarla!.

El voluntario a quien iban dirigidas estas palabras, pregunto:

- ¿Dónde se halla? Señaladme la dirección.

- Del otro lado, en el fondo... ¡ Corred, por Dios! ¡ No os cuidéis de mi!... Pero, no... ¡ Seguidme! ¡ Yo os mostraré el camino!...

Por toda respuesta, el voluntario, que indudablemente era un oficial superior, hizo al que le habría seguido, y que se hallaba en el balcón, una señal.

Tomó este en sus brazos a la cuitada, a pesar de sus protestas, y descendió con ella, en tanto que su compañero y jefe se precipitaba hacia el interiora realizar, si era posible, su arriesgada empresa.

A pesar del crepitante ruido de las vigas que crujían a su alrededor, pudo, al fin, escuchar a la distancia algo como un débil gemido...

Avanzó en la dirección de donde ese gemido partía; más, ¡ Oh, desgracia! En ese momento cayó parte de la muralla, dejándolo incomunicado con el exterior y casi ahogado por el calor y el humo, siguió avanzando, no obstante hasta llegar a la puerta de la habitación en cuyo interior se oían los alaridos de terror de una mujer...

Dio un vigoroso empellón a la puerta; cedió ésta y presentóse a su vista un cuadro conmovedor.

En un aposento, a uno de cuyos extremos alcanzaban ya las llamas y que estaba lleno de humo, discurría, loca de espanto y desesperación, una hermosa joven a medio vestir y con el cabello en confuso desorden

- ¡ Salvadme! – Exclamó - ¡ Me muero!

El voluntario echó a su alrededor una mirada y un profundo pavor pareció apoderarse de todo su ser.

¿Por dónde encontraría una senda, ahora que de todos lados le rodeaba el voraz elemento?

Al cabo de un instante de terrible vacilación, decidió volver por donde había venido, pues, a medida que avanzaba al interior del edificio, comprendía que se aproximaba al foco del incendio.

Envolvió rápidamente, con el cobertor del lecho, a la joven, a fin de disimular lo ligero de su traje y tomóla en sus brazos en el momento mismo en que ésta, abrumada de terror y sofocación se desmayaba.

Volvió con su preciosa carga al punto de partida; mas, cuando no había llegado aun a medio camino, una viga le cayó sobre el hombro izquierdo, produciéndole una herida que a punto estuvo de postrarle en tierra.

Un ¡ Ay ! Sofocado fue todo lo que l dolor arrancó de el valiente bombero, y cobrando nueva energía, continuó su interrumpida marcha en medio de un calor abrazados y sintiéndose casi ahogado por el humo.

Se hallaba en el aposento por donde entrado, el cual estaba casi destruido por los escombros de la muralla que hacia el interior había caído.

El esforzado voluntario se sintió desfallecer; rodeábanle por todas partes el humo; las llamas, que ya se divisaban próximas, estaban a punto de cerrarle el paso, ; le tocaban casi, cuando un chorro bien dirigido desde el lienzo de muralla que aún quedaba en pie, por un momento desvió la dirección de las llamas, aunque aumentando el espesor del humo.

Esto vino a infundirle nuevas esperanzas y a reanimarle un tanto, permitiéndole dar voces, si bien por acento apagado ya por la asfixia.

Alcanzaron a oírle dos de sus compañeros, uno de los cuales gritó

- ¡Animo, Teniente Gavidia! ¡ Coged la cuerda!

Reanimado por la voz de aliento, pudo el heroico voluntario apoderarse del cable que le habían echado, cogiéndole primero con la mano derecha; en seguida, cuidando de que la joven, que aun continuaba desmayada en sus brazos, se sostuviera sobre el izquierdo, con lo cual la enlazaba, pudo, recurriendo a un resto de presencia de ánimo, utilizar también su siniestra y llegar, no si esfuerzo, a la parte superior de la muralla, donde lo recibieron sus compañeros.

Casi desfallecido, con serio empero la entereza suficiente para descender a sus propios pies la escalera, sin abandonar a aquella presa que acababa de arrancar a la muerte.

Un estrepitoso ¡HURRA!, lanzado por sus compañeros al divisarlo en lo alto de la escalera vino a infundirle nuevo aliento y pudo llegar hasta el fin y depositar a la joven en brazos de la afligida compañera, que había implorado por la salvación de su amiga, pasando por el más acerbo de los dolores en el transcurso de cinco minutos de tremenda incertidumbre.

Cumplido que tubo el Teniente Gavidia su misión, ni aún alcanzó a darse cuenta de las calurosas expansiones de gratitud que le dirigía la compañera de la joven a quien había salvado, ni de las atronadoras manifestaciones de sus compañeros, pues hubo de recurrir al auxilio de dos de estos, en cuyos brazos cayó desfallecido por el dolor y por la sangre que manaba de su herida y extremado por los esfuerzos sobrehumanos que la había impuesto se generosa tarea.

Pocas horas después, el incendio había sido sofocado merced a los esfuerzos combinados de los bomberos, distinguiéndose en aquella ocasión la Tercera Compañía, de que formaban parte los dos personajes que acabamos de presentar al lector.




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Emelina es la primera obra que Rubén Darío escribió en Chile, y también la primera obra que lleva por héroe a un personaje arquetípico de Valparaíso: el bombero. la novela es un folletín repleto de aventuras escritas en un curioso estilo por dos jóvenes protagonistas de su tiempo. Uno de ellos sería considerado el gran poeta de la lengua española en la primera mitad del siglo XX: Rubén Darío. el otro es buen exponente de la intelectualidad progresista de la época, la divulgación de cuya obra se vio truncada pues perteneció a los vencidos en la Revolución de 1891: Eduardo Poirier. Asesinatos, amores, incendios, festejos, mentiras, duelos e intrigas en las ciudades más internacionales del siglo XIX: Londres, París, Bruselas, Valparaíso...

BAÚL



Un recuerdo para el bruto noble y generoso, que nos acompañara cerca de 30 años en nuestras tareas bomberiles. Si hemos dedicado páginas emocionadas para recordar a las máquinas que nos sirvieron para cumplir ese cometido ¿Cómo no dedicarles también a esos seres, fieles compañeros del hombre, que nos dieron todo lo que tenían, su fuerza, energía e instinto, y que parecían compenetrarse de su elevada misión en los momentos de la angustia y del deber?

La única diferencia que hay entre estos brutos nobles y generosos, es la que existe entre la inteligencia y el instinto. La inteligencia es un poder creador: el instinto es un don de adivinación. Llevamos la ventaja al bruto, por que haciendo trabajar nuestra inteligencia, podemos crear lo que él no concibe, pero en cambio quedamos atrás de él cuando ayudado por el instinto lo vemos adivinar los peligros de la naturaleza y, fiel amigo nuestro, detenernos en nuestras locuras, muchas veces al borde del abismo o del peldaño... Quien oiga hoy las cosas que se cuentan del viejo “Baúl”, creerá que son cuentos o cosas de la fantasía... Y, sin embargo todo es verdad.

En 1888 Don Agustín Edwards Ross, nuestro bondadoso benefactor, obsequió a la compañía 3 hermosos caballos percherones: Entre ellos venía “Baúl”, que acompañó a la “Vieja Cucha” y a también a la “Nueva”, a ésta hasta que fue eliminada del servicio en 1914. La pesebrera se encontraba, como todos saben, en el recinto que hoy ocupa la Guardia Nocturna, y se separaba de la Sala de Material por una puerta, cerrada con una aldaba. Apenas sentía la campana o el teléfono, cualquiera que fuera la hora, como contaminado por un loco entusiasmo, con el hocico “Baúl” levantaba la aldaba y habría la puerta por si solo, y una vez afuera se iba a la Sala de Material, colocándose frente a los tiros de la Bomba, listo para enganchar. Cuando el Cuartelero acudía, ya estaba todo listo. Otro tanto hacía Zig-Zag, el juguetón y caprichoso tordillo que tiraba del gallo.

Para “Baúl” no había descanso. Podría durar el incendio un día y una noche: el noble bruto permanecía al lado de la máquina, como compenetrado de la necesidad de su presencia, y cuando veía que esta parecía estallar, y lanzaba nubes de chispas al aire, parecía compartir la emoción de los voluntarios... para él no había sueño: la voz lastimera de la campana lo encontraba siempre alerta y despierto en cualquier hora de la noche.

Cuando en 1914 la bomba a vapor fue reemplazada por una automóvil, “Baúl” fue llevado al fundo de Don Roberto Felipe Délano, para que gozara de sus últimos años en medio de la tranquilidad de la campiña, cuna de donde procedía. Pobre “Baúl”; ya él no era el bruto que mira en el campo el patrimonio máximo de la felicidad: era el bruto de la ciudad!... Necesitaba de su ruido, de su animación, de su loca agitación y transito, del plañir de la campana de alarma, del grito y algazara de los voluntarios!... Necesitaba de sus incendios, de los que constituía su deleita, su placer, casi su razón de ser!... Extranjero en su patria, al igual que el emigrante que regresa al terruño en el correr de los años, cuando de éste queda solo el recuerdo, la nostalgia de la vieja y querida “Tercera” lo fue consumiendo poco a poco y doblegándolo, hasta que en un potrero lejano inclinó para siempre su pecho en la tierra!...


Del Libro “Tradiciones Tercerinas”de Guillermo Ernesto Meyer.

lunes, 12 de octubre de 2009

FUNDACIÓN DE LA TERCERA COMPAÑÍA DE BOMBEROS DE VALPARAÍSO



EL GRAN INCENDIO DEL ALMENDRAL
No hay mejor relato de un hecho, que aquel sustraído de la misma época en que ocurrió. Por lo cual transcribo lo siguiente:
“El 1º de septiembre de 1853 (jueves), a la una y media de la mañana, en el barrio del Almendral, tuvo lugar el más voraz incendio habido desde la fundación del Cuerpo, fue una verdadera catástrofe, por los valiosos edificios y valores que se perdieron.
“El incendio tuvo lugar en la calle de la Victoria (actual Pedro Montt), en el suntuoso edificio del señor José Orrego. La campana de alarma de la Bolsa hizo salir a escape hacia el lugar del fuego. La casa del señor Orrego, ya ardía por todas partes cuando los elementos bomberiles llegaron. Las bombas se dirigieron a cortar la invasión del fuego a la vecindad; pero, desgraciadamente, cuando la voracidad del fuego había tomado cuerpo.
“Las casas del señor Gallo Zavala no tardaron en arder también, sin que fuera posible evitarlo y la casa que seguía a la izquierda del señor Orrego. Extendiéndose estos edificios de una calle a otra, no tardó en aparecer el fuego en la calle Nueva (hoy Independencia) en donde ardían con la misma furia que en la principal. A las dos y media de la mañana toda una manzana ardía con voracidad extraordinaria. Las bombas hacían inútiles esfuerzos.
“Se dice que el incendio empezó por la casa del señor Orrego, no como se aseguraba inicialmente por una tienda, sino por el interior de la casa, la que se encontraba inhabitada y con trabajos de carpintería. Es probable que un descuido de los trabajadores haya sido el motivo principal de esta terrible catástrofe.
“Es, sin duda, uno de los más grandes incendios de que se conserva memoria en esta ciudad.
“El auxilio del vecindario fue eficaz. Los buques de guerra enviaron inmediatamente sus auxilios de útiles, instrumentos, tripulación y oficiales. El señor Intendente (don Roberto Simpson) se hizo ver desde lo alto de un edificio, dirigiendo una bomba sobre los edificios abrazados por las llamas.”
“Este desastroso incendio en el barrio del Almendral, una vez más vino a manifestar la necesidad de que la Asociación contara con una compañía en el sector”.
Otro relato de este vital incendio para la fundación de la Tercera, es el que nos entrega el diario “El Mercurio” del día 1º de septiembre de 1853, quizás en un reportaje singular, pues el incendio se había iniciado en esa madrugada a la 1,30 A.M., por lo cual lo que transcribo a continuación debió ser un golpe periodístico para esos años:
“Pocos minutos después de la una de la mañana, la campana de la Bolsa dió la alarma de incendio. Muchos comerciantes y dependientes se hallaban a esa hora todavía en sus escritorios preparando la correspondencia para el vapor “Bogotá” que ha salido hoy para el norte.
“Corrieron éstos inmediatamente al depósito de las bombas que sin un instante de demora comenzaron a arrastrar, pero empujados por escasos brazos, teniendo que atravesar un espacio de más catorce cuadras por un camino de montaña., las pesadas máquinas no pudieron llegar sino tarde al lugar de la catástrofe.
“Tenía el lugar ésta, en la calle de la Victoria, una cuadra más allá de la plaza del mismo nombre, en los hermosos edificios del Sr. Orrego, los primeros del Almendral por la elegancia y gusto de su arquitectura. Cuando los bomberos llegaron las llamas sobresalían del techo y el fuego había abrasado ya todo el cuerpo del edificio.
“¿Por dónde entonces atacar al destructor enemigo que en todo su vigor y rapacidad, como una vasta hoguera inflamada, no presenta contornos ni lados visibles? ¿Dónde terminará la furia devastadora del terrible elemento, que por su aspecto amenaza querer tragarse a toda la ciudad, a todo Valparaíso? Se preguntaban todos.

“El humo cubría totalmente la atmósfera y las llamaradas que del centro del incendio se elevaban, iluminaban la ciudad entera.
“He aquí la gigantesca obra que se iba a encomendar a unos pocos jóvenes, estranjeros la mayor parte y arrojados y valientes hasta la temeridad. Piquetes de jendarmería y de tropa de línea, cubrían todas las boca-calles y avenidas al lugar del desastre, para evitar los robos y desórdenes.
“La 2ª compañía de bomberos se presentó primero a la escena y se colocó en la parte alta de arriba haciendo frente al fuego que el viento impelía en aquella dirección; la de ganchos y escaleras, llegada un poco antes, comenzó también su obra demoliendo, unos, la casa más próximamente amenazada y detrastando (sic), otros, las habitaciones. Desgraciadamente se perdió mucho tiempo con la inútil esperanza de poder salvar el edificio del señor Gallo Zabala que ocupaba el colejio de Mme. Lebeuff; fue con todo, pronto invadida y presa de las llamas. No había más remedio que demoler la pequeña casa en que residía el señor Correa, y fué esto lo que se hizo.
“La 2ª compañía de bomberos se contrajo, mientras tanto, a rendir el fuego en la casa esquina de la Sra. Grimwood, totalmente devorada, para impedir que se comunicase a la próxima manzana, lo que produjo el mejor resultado, porque a los pocos momentos cambió el viento sur en un norte flojo, que no causó ya mal ninguno.
“Pero a espaldas de la casa del Sr. Orrego, y abrasando una estención también como de media cuadra, estaban otros edificios recién construidos y no terminados aún, del señor señor Gallo Zabala, que formaban frente de la calle Independencia. No había medios ni era posible acudir a ellos, estando unidos y siendo como una construcción del edificio incendiado. Fueron pues, presa de la implacable voracidad del incendio, que vino a estrellarse casi naturalmente, con una casucha baja con techo de tejas que está a su costado oriental.
“Eran como las tres y media de la mañana y el fuego comenzaba a ceder por todos lados y se alimentaba ya, sólo con el inmenso material y combustibles que le ofrecía construcciones nuevas de madera con sus pinturas recientes e inflamables. Los bomberos habían desempeñado su tarea con un celo y coraje de que hai mui pocos ejemplos, y sus esfuerzos parecerán inauditos para los que hubieran visto una de las vastas y peligrosas conflagraciones por las que ha pasado Valparaíso y cuya pérdida no se estima en menos de 200.000 pesos.”

El señor Matías Cousiño Jorquera hizo a la Asociación el obsequio de una bomba de primera clase, autorizando que de su cuenta se encargara a los Estados Unidos. La Dirección General aceptó con gran reconocimiento este obsequio y acordó que esta bomba sería destinada a la sección del Almendral y que llevaría por nombre “Cousiño” en homenaje al generoso gesto de este acaudalado señor.
El documento enviado por el señor Matías Cousiño decía lo siguiente:

Santiago, Setiembre 6 de 1853.

Mui señores mios:

Me ha sido mui satisfactorio saber el noble empeño con que la Sociedad ha prestado sus importantes trabajos en la mañana del 1º del presente, para mermar los desastres del desgraciado incendio de este dia; a esos esfuerzos, he debido yo, talvez, la conservación de mi casa cerca del lugar incendiado; i deseando acreditar a esa Sociedad mi admiración por esos trabajos a favor de la humanidad i mi agradecimiento por la parte en que he sido favorecido, he acordado obsequiar a la Sociedad una bomba de primera clase, para cuyo efecto encargo con esta fecha al señor Thomas Bland Garland, uno de los miembros de ese Directorio, para que, de acuerdo con Uds., proceda a encargarla de mi cuenta. Suplico a Uds. se sirvan admitir esta manifestación de gratitud, con que me suscribo de Uds. atento servidor. Q.B.S.M.

M. Cousiño

A la espera de este encargo, el Directorio procuró organizar el personal de la que sería la nueva Compañía. Para conseguir este propósito, publicó en “El Diario” un llamado a los vecinos del Almendral para organizar una nueva Compañía que sirviera las bombas de ese barrio.
En el diario “El Mercurio” del día 12 de septiembre de 1853 se publicaba lo siguiente:
“Prevensión. Los vecinos del Almendral se reunirán el 16 del presente para analizar con la junta de la Asociación contra Incendios, la creación de una compañía de bomberos”.
En 1 de enero de 1854 se citó a una reunión dando así los primeros pasos para la constitución de la nueva institución, pero se determinó esperar la llegada de la nueva máquina para su oficialización.
La bomba encargada por el señor Cousiño arribó a Valparaíso a fines del mes de septiembre de 1854. Fue guardada provisoriamente en cuarteles de las Compañías ya existentes.
En diarios de la época podemos constatar algunos hechos que dicen relación con la flamante bomba. Es así como en el diario “El Mercurio” del día 7 de octubre de 1854 se informaba lo siguiente:

“Ejercicio de Bomberos
No habiéndose podido reunir un número suficiente de bomberos, de los que pertenecían a la 3ª Cía. Del Almendral, salieron ayer a las 3,30 de la tarde los miembros que componen a la 1ª y 2ª y unos pocos de la 3ª llevando la bomba regalada por el señor Cousiño a la plaza de la Municipalidad (hoy Echaurren), para hacer allí su experimento. El resultado fue el mas satisfactorio que hubiera podido desearse; probose primero con una sola manga poniéndola en dirección a los edificios de los señores Gallo que dan frente a aquella plaza, en cuyo encumbrado techo caía una copiosa lluvia capaz de apagar las llamas más voraces. En seguida, hízose el experimento con dos mangas y esta vez el éxito tampoco nada dejó que desear, la fuerza de la magnífica máquina no por eso disminuyó un ápice de su fuerza”.
Por otra parte, el 10 de octubre se publicaba lo siguiente:
“Bomberos del Almendral.
Gran entusiasmo hay entre muchos jóvenes del Almendral, quienes se proponen formar la 3ª Compañía. Para esto, varios jóvenes de los principales de aquel barrio han principiado a promover semejante espíritu entre los buenos almendralinos. A juzgar por lo que se lleva hecho, no dudamos que en poco tiempo la 3ª Compañía estará enteramente organizada y será una competidora de las del puerto. La bomba del señor Cousiño necesita lucirse, y estar servida por la más lucida juventud del barrio a que ha sido regalada. Dentro de pocos días publicaremos la lista de los jóvenes que vayan formando la nueva Compañía”.
El viernes 13 de octubre de 1854, se reunieron los vecinos que habían firmado la lista de adherentes para dar constitución a la nueva institución. La reunión se llevó a cabo en los salones de la Bolsa de Valores, ubicada en esos años en el lugar donde hoy se erige el monumento a los Héroes de Iquique.
En la citada reunión, se eligió la primera oficialidad. Los que firmaron, y por ende se constituyeron en miembros fundadores, fueron los siguientes:

Luis Cousiño Squella, Isaac Lamas, Saturnino Costabal, José Miguel Torres, Eusebio Rosa, Bernardo Costabal, Edmundo Sartori, Antonio Barrena, Manuel Riofrío, N. Aurelio Santa Ana, Santos Samit, Félix In. Gorsse, Juan Díaz Gana, Carlos Oportot, Juan M. Soruco, José Blas Squella, Anjel R. González, Juan Aguayo, José Zilluerelo, Martín Barrera, Aparicio Toro, Benjamín López, Alberto Carson, Federico Santos, Tristán Benítez, Exequiel Vargas, José 2º Salamanca, Zoilo Aguayo, Benjamín Carson, Tadeo 2º Rubio, Carlos G. Bissert, R. Polanco, Ismael Infante, José Echavarría, A. Armstrong, M. Valenzuela, Romás R. Armstrong, L. Augusto Medina, Luis C. Costa, Agustín 2º Vidaurre, Tristán Balbontín, Emilio Moyano, José R. Samit, Guillermo Potts, R. Masson, F. Cood, D. A. Guzmán, Benjamín Benítez, Luis Osmán, José M. Silva, Eusebio Lathan, Ricardo Carson, Daniel Carson, Tomás Lathan, Enrique Campino, José María Valenzuela, M. Soruco, Guillermo Larraín, Daniel Vives, Acario Cotapos, Pedro N. Barba, Blas Vargas, Leoncio Palma y Francisco A. De Palma.

De los sesenta y cuatro firmantes, seis venían de las compañías ya en servicio. De la 1ª Compañía: Sartori, Alberto, Benjamín y Daniel Carson. De la 2ª: R. Masson y M. Soruco. A su vez, once de los fundadores habían firmado en el pasado el primer intento de organizar la 3ª del Almendral.
La elección de oficiales fue algo tempestuosa, pues un sector de los reunidos propuso para el cargo de Director al señor Luis Cousiño Squella, hijo de don Matías, a modo de retribución hacia este último por la donación de la bomba. A esto se opusieron los hermanos Costabal, ya que consideraban al señor Cousiño Squella demasiado joven, tenía tan sólo 20 años. Sin embargo, realizada la votación salió electo el señor Cousiño Squella. La oficialidad completa quedó estructurada de la siguiente forma:

Director : Luis Cousiño Squella
Capitán : Edmundo W. Sartori
Teniente I : Daniel Carson
Teniente II : José M. Torres
Teniente III : Benjamín Benítez
Teniente IV : Manuel Riofrío
Secretario : Antonio Barrena L.
Ayudante-Tesorero : Juan Díaz Gana

Antes de poner término a la sesión inaugural, el flamante Capitán don Edmundo W. Sartori pronunció las siguientes palabras:

“Debemos tener mucha unión entre nosotros, y muy buena disposición para el desempeño de los deberes que nos hemos impuesto; si esto se consigue, tendré la satisfacción de mandar la primera Compañía de Bomberos de Valparaíso, por su puntualidad, entusiasmo y disciplina.”

La nueva bomba fue entregada a la Tercera el martes 2 de noviembre de 1854. Se podrá deducir el entusiasmo con que los miembros fundadores de la Compañía esperaban la ocasión. Aquel día se habían reunido en la Bolsa Comercial y de ahí salieron al mando del Capitán Sartori, llevando la impecable bomba de palancas. Se encaminaron con ella hacia la Plaza de la Victoria, donde se detuvieron y armaron los chorizos en el pozo existente en la calle del Circo (hoy Edwards) para realizar un ejercicio. En éste se pudo comprobar que se trataba de una bomba poderosa y eficiente.

Conviene dejar estampado en este capítulo, un extracto de un libro más o menos contemporáneo del historiador Cristián Gazmuri, llamado “El 48 chileno. Igualitarios, Reformistas Radicales, Masones y Bomberos” en el que se cita lo siguiente:
“Hay historiadores o cronistas que afirman que el gobierno de don Manuel Montt se opuso a la iniciativa de fundar cuerpos de bomberos voluntarios en las ciudades chilenas, temeroso de toda asociación de carácter filantrópico, que veían como sospechosas después del episodio de la Sociedad de la Igualdad. Sin embargo, el propio Montt pasó revista al Cuerpo de Bomberos fundado en Valparaíso, lo que realizó el 2 de marzo de 1852 y no se opuso a que en la misma ciudad se fundara la primera compañía de bomberos voluntarios genuinamente chilena el 13 de octubre de 1854, la Tercera denominada hoy “Cousiño y Agustín Edwards”. Esta Compañía tendría como territorio a cubrir el sector Almendral”.

Epopeyas Tercerinas
De Claudio Chaparro Forn.