martes, 27 de octubre de 2009

LAZOS DE AMISTAD CON LA 5a. DE SANTIAGO


El día 19 de diciembre del año 1888, el oficial de servicio de nuestra Compañía acotaba en el Libro Diario de Oficiales, la recepción de dos misivas dentro de la correspondencia. Una correspondía a una carta de la 1ª Compañía de Bomberos de Santiago, fechada el día 15 del mismo mes, por la cual se invitaba a nuestro Director, Capitán y Secretario a un acto que se efectuaría en su cuartel capitalino con motivo de celebrar sus primeros 25 años de existencia.
La segunda misiva aludida, se trataba de un escueto telegrama que decía lo siguiente:




“Señor Carlos García L.
Capitán de la 3ª Cía. de Bomberos de Valparaíso

La Quinta espera a la Tercera

Manuel Avalos Prado
Capitán “

Como podemos colegir de esta correspondencia recibida, el motivo principal de estas invitaciones obedecía a las celebraciones programadas por el Cuerpo de Bomberos de Santiago con motivo de conmemorar el vigésimo quinto aniversario de su fundación, actos que se efectuarían entre el 22 y 24 de diciembre de 1888.
Previamente, el Cuerpo de Bomberos de Valparaíso había recibido una invitación oficial para tan esperada fiesta y, en su sesión de Directorio de 5 de diciembre de aquel año, había aceptado la invitación. Para estos efectos, había solicitado al Ministerio del Interior pusiera a su servicio un tren especial para el transporte de 100 voluntarios porteños, diez por cada una de las Compañías que conformaban a esa fecha la benemérita institución. Una vez que se corroboró la solicitud planteada, se dispuso que el tren saliera desde Valparaíso el sábado 22 de diciembre a las 15,30 horas y se esperaba que arribara a la capital a las 19,50 horas de ese mismo día.
En posesión de todos esos datos, nuestro Capitán envió la siguiente respuesta, vía telegrama, al Capitán de la Quinta:

“Diciembre 19 de 1888
Tercera agradece atención 5ª, comisión irá el sábado por tren especial 3 ½ de la tarde.

Carlos García Ledesma
Capitán”

Las muestras de recíproca amistad entre la Tercera y la Quinta de Santiago, ya se arrastraban de varios años antes. Quizás se podrían remontar a los primeros años de vida de la 5ª. En cualquier ocasión en que la Tercera efectuaba alguna visita oficial a Santiago, era objeto de finas atenciones y especial preocupación por parte de miembros de la 5ª. De esta forma no era de extrañar la actitud para las fiestas que se avecinaban.
Aquel sábado 22 de diciembre de 1888, a las 15,25 horas salía desde Valparaíso el convoy ferroviario que llevaba a bordo la delegación del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, incluida, obviamente, la de la Tercera que marcaría un hecho histórico en el futuro de ambas Compañías. Componían nuestra delegación, en primer término, el Director don Roberto Pretot Freire y los diez miembros comisionados en la delegación:
Capitán, Carlos García Ledesma; Teniente 3º, Roberto Felipe Délano Ross; Ayudante, Enrique del Río; Voluntarios, Carlos 2º Lorca, Enrique García Ledesma, Joaquín Barbra, Julio Martin, Carlos E. Burton, Carlos E. Wessel y Ricardo Valdés Vicuña.
El tren arribó a las 19,15 horas a la Estación del Mercado de Santiago (Construida en la década de 1880 como terminal del ramal Yungay-Mercado Central y que con el auge en el flujo de pasajeros se amplió en 1912 para transformarse en la Estación Mapocho), donde esperaba una comisión de la 5ª de Santiago y que acompaña a los miembros de la Tercera al Hotel Inglés, lugar en el cual nuestra delegación tenía reservas para su hospedaje.

A las 20,05 horas la delegación completa del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso se reunía en el Cuartel General de Santiago para asistir al Teatro Municipal a un Concierto de Gala en homenaje al Cuerpo de Bomberos capitalino.


El día domingo 23 a las 11,30 horas, la delegación de la Tercera se junta en el cuartel de la 5ª y forman en conjunto para la Revista, Repartición de Premios y Ejercicio General, que estaba programado en la Alameda de las Delicias.


La 5ª cede a la Tercera un gallo recién estrenado para su participación en el ejercicio. Finalizado

este ceremonial, se regresa al cuartel de la 5ª donde se pasa lista.
A las 16,15 horas se asiste a un gran banquete ofrecido por el Cuerpo de Bomberos de Santiago en el Cerro Santa Lucía. Finalizado éste, se retorna al Hotel para tomar un descanso.
Por la noche, la delegación tercerina es agasajada con una cena ofrecida por la 5ª en el Club de Septiembre, la que tuvo su inicio a las 23,30 horas. Ofreció la manifestación el secretario de la Quinta don Nicolás Montt, quién hizo votos por la unión y fraternidad de las Compañías. Agradeció nuestro Director todas las atenciones dispensadas, e invitó a la Quinta a la reinauguración de nuestro cuartel, acto que estaba programado para marzo de 1889.

Entre los discursos que continuaron aquella noche se insinuó la idea de formalizar un canje de servicios entre la Tercera y la Quinta, idea que gozó del frenético aplauso de todos los presentes. Se había colocado la primera piedra para dar marco a una amistad que ha perdurado por años.
Concluida la cena, la delegación de la Tercera fue acompañada por miembros de la Quinta hasta su lugar de alojamiento, pero el intercambio de atenciones no terminó ahí. Varios tercerinos, dando muestras de su sempiterna y caballeresca actitud, acompañaron, a su vez, hasta su residencia al Capitán de la Quinta don Manuel Ávalos Prado.
Una vez de regreso la delegación en Valparaíso no quedó en el olvido lo conversado e insinuado en tan hermoso ágape. Iniciado el año 1889, la Compañía fue citada a Reunión de Compañía, ésta se verificó el 25 de febrero de 1889. En ella se tomó en forma unánime un acuerdo que traería historia, el texto decía lo siguiente:

“Agradeciendo a la 5ª Cía. de Bomberos de Santiago las manifestaciones de simpatía con que obsequió a la comisión que en representación de la 3ª fue a esa capital con motivo del 25º aniversario del Cuerpo de Bomberos de Santiago i (sic) deseando estrechar los sentimientos de recíproca fraternidad que existen entre ambas Compañías, se acuerda que todo miembro perteneciente a la 5ª Compañía de Bomberos de Santiago i que se encuentre de paso en Valparaíso, gozará de todas las prerrogativas que concede nuestro Reglamento.”

El 20 de marzo de 1889 se recibe respuesta de parte de la 5ª con el siguiente tenor:

“Santiago, 19 de marzo de 1889.

Señor Director:
Esta Compañía en sesión de 15 del presente, tomó conocimiento de la atenta nota de Ud. por la cual se sirve comunicarnos el acuerdo tomado por la 3ª de Valparaíso en sesión de 25 de febrero último, relativo a las prerrogativas que se conceden a los voluntarios de la 5ª cuando se encuentren de paso en Valparaíso.


La 5ª agradece cordialmente esta benévola manifestación de sus amigos i compañeros de la 3ª de Valparaíso i se sentirá mui honrada si los miembros de la 3ª quieren considerar como suya esta casa i compartir con ellos los azares i fatigas del servicio, contribuyendo con este cambio de recíprocas atenciones, a estrechar los lazos de fraternal concordia que ligan a los bomberos de los diversos cuerpos de la República.


Somos de Vd.
Sus mui attos. i S.S.
Ricardo Reyes Solar Benjamín Dávila Larraín
Secretario Director “

Este intercambio epistolar se produjo en vísperas de un gran acontecimiento para la Tercera, que fue la reinauguración de nuestro remodelado cuartel, acto que tuvo lugar el 24 de marzo de 1889 con la presencia de autoridades civiles, militares, bomberiles y de amigos de la Compañía. La Quinta se hizo presente con una nutrida delegación, que prolongó su visita hasta el día 25, ocasión en que se les brindó un lunch.


En cuanto al canje de servicios, la Quinta había aceptado lo concerniente a sus miembros que actuaran en actos del servicio activo en Valparaíso, pero quiso dar a su participación en relación a los voluntarios de la Tercera, que interviniesen en actos del servicio activo en Santiago, un marco ceñido a los reglamentos del Cuerpo de Bomberos de Santiago. A esa fecha ya existían canjes de servicios entre algunas Compañías de Valparaíso y Santiago, mas no contaban con la consulta previa a los Cuerpos que las cobijaban. De tal manera, la Quinta solicitó la debida autorización para un acuerdo definitivo, éste llegó a poco de solicitarlo.
En definitiva, con el beneplácito del Cuerpo de Bomberos de Santiago, la Quinta en Reunión de Compañía de fecha 13 de abril de 1889 tomó el acuerdo, que comunicó de esta forma a la Tercera:

“Santiago, 23 de abril de 1889.


Señor Director:

En vista del acuerdo tomado por el Cuerpo de Bomberos de Santiago a indicación del Director de la 5ª, ésta Compañía en sesión del 13 del presente acordó conceder a los voluntarios de la 3ª de Valparaíso, todos los derechos i prerrogativas de que gozan los miembros de la 5ª de Santiago en los actos del servicio activo.

A continuación transcribo a ud. el acuerdo a que se hace referencia en la presente comunicación:
Señor Director
En la última sesión celebrada por el Directorio, en vista de que los arreglos o convenios que existen entre algunas Compañías de Santiago i otras del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso o de otras ciudades, haciéndose ciertas concesiones recíprocas i permitiendo la incorporación de los voluntarios de las Compañías correspondientes en los actos de servicio, las considera convenientes por concurrir a estrechar las relaciones de confraternidad de asociaciones que tienen un mismo fundamento i un solo propósito, acordó dejar establecido, que podían ajustarse, i que en consecuencia los servicios que con arreglo a ellos se prestaran, debían considerarse para los efectos del Reglamento General.

Soi de Vd. Sr. Director su atento y S.S.

Ricardo Reyes Solar Benjamín Dávila Larraín
Secretario Director “

De esta manera quedaba sancionado el primer canje de servicios entre dos Compañías de distintas ciudades con la debida autorización de sus Cuerpos madres.
Para los anales de la historia consignemos lo siguiente:
Al momento de acordarse este canje de servicios, la Tercera fundada, como bien sabemos, el 13 de octubre de 1854, tenía 34 años y seis meses de existencia. Su oficialidad la conformaban:
Director, Roberto Pretot Freire
Capitán, Carlos García Ledesma
Secretario, Ricardo Escobar Cerda
Teniente 1º, Manuel Luco Huici
Teniente 2º, Roberto F. Délano Ross
Teniente 3º, Jorge E. Garland
Teniente 4º, Sixto A. Riofrío Samit
Ayudante, Enrique del Río
Por su parte, la Quinta de Santiago había sido fundada el 7 de diciembre de 1873, a la sazón tenía 15 años y cuatro meses de vida. Su oficialidad estaba compuesta por los siguientes voluntarios:
Director, Benjamín Dávila Larraín
Capitán, Ignacio Santa María
Teniente 1º, Arístides Pinto Concha
Teniente 2º, Daniel Rioseco
Ayudante, Ernesto Lagos
Secretario, Ricardo Reyes Solar
Tesorero, Víctor Körner
Maquinista, Alfredo Infante

Más de cien años de pura y sincera amistad unen a tercerinos y quintinos. La primera demostración de esta férrea unión se vivió en junio de 1891. El país de encontraba inmerso en una cruenta guerra civil, la Tercera (Ver capítulo al respecto) se encontraba clausurada por disposición gubernamental por razones políticas. Bajo esas circunstancias, fallece en Santiago el voluntario de la Tercera don Santiago Ross, como nuestra Compañía estaba imposibilitada de hacerse presente en los funerales, la Quinta se hizo cargo de ellos y de las correspondientes honras fúnebres.
Hechos como el descrito jalonan al paso de los años, de uno y otro lado, la hermandad tercerino-quintina. En circunstancias difíciles afloran los lazos que ratifican la unión visionaria que gestaron nuestros antepasados.
Pero no sólo en momentos tristes nos hemos encontrado. Aniversarios de unos y otros han servido para demostrarnos el verdadero aprecio y cariño que nos profesamos. Como no poder recordar las fiestas de conmemoraciones de este canje, para sus cincuenta años la fiesta se celebró en Santiago allá por el año 1939. Tuve el privilegio de participar en las fiestas por los setenta y cinco años del canje, las que se realizaron en Valparaíso y que culminaron con un brillante almuerzo en Los Lilenes. Por imponderables de calendario, esta fiesta se vino a efectuar el sábado 13 de mayo de 1967. De regreso casi terminamos en lamentaciones tras un accidente que sufrió nuestro hoy fallecido voluntario, Oscar Saravia Varas, quien cayó en su automóvil a las rocas, ganando así el simpático mote de "Saravia on the rocks".

Y la gran fiesta por el centenario celebrada el año 1989 en Valparaíso. Con esa estupenda Sesión Solemne realizada en el Aula Magna de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, con la brillante interpretación de nuestros himnos por parte de un Coro universitario y del magnífico fin de fiestas, tras un novedoso ejercicio que se realizó en la Plaza Sotomayor, celebrado en el Caleuche y que contó con el improvisado marco, pero del todo inolvidable, del zarpe de nuestro buque-escuela “Esmeralda” en su viaje de instrucción.

Los que podemos contar estas experiencias por haberlas vivido, las tenemos marcadas a fuego como hechos inolvidables de nuestra existencia y nos permiten traspasar a quienes nos sucedan que esta amistad tiene cimientos por años y años más.

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Del libro "Epopeyas Tercerinas"
De Claudio Chaparro Forn, Voluntario de la "Tercera"

miércoles, 14 de octubre de 2009

EMELINA DE RUBÉN DARÍO


Las Bombas comenzaron a funcionar admirablemente, distribuyéndose con tino e inteligencia la magna tarea bajo la dirección de su hábil jefe. Pero, a pesar de que los primeros instantes se trató de contener el fuego, bien poco se consiguió al principio.

La confusión era terrible. A las voces de mando de los jefes, mezclábanse los gritos de angustia de las víctimas, los potentes latidos de las bombas a vapor, el ruido que hacían los muebles que desde los balcones se arrojaban y el chisporrotear de las maderas que, al devorador incendio, ofrecían abundante pábulo.

El fuego había tomado desde el principio, gran incremento, y ya, de en medio de la espesa columna de humo que en un extremo del edificio se destacaba, salpicada de innumerables chispas, veíase aparecer aterradora llama que, por instantes tomaba mayor ensanche.

Estallaban los vidrios de las ventanas, dando paso a rojas lenguas que lamían el muro ennegrecido, al mismo tiempo que caían con estrépito las vigas. Enganchadas las escaleras, subían por ellas los voluntarios.

Estimulado por la brisa, el fuego había empezado a abarcar muy basta extensión, lo que en realidad habría sucedido si no se adoptan, con la debida oportunidad, medidas para cortarlo y circunscribirlo al extremo de la manzana por donde había empezado.

De pronto oyeron los gritos de ¡Socorro! ¡Socorro! Lanzados desde uno de los balcones del segundo piso, que ya se veían cercados por las llamas.

Rápidos como el rayo, seis intrépidos voluntarios fijaron una escalera en el balcón amagado y, uno tras otro, ascendieron dos de éstos.

Llegados a lo alto de la escalera, la persona que había prorrumpido en aquellos desgarradores gritos y que era una mujer, exclamó, dirigiéndose al primero que había llegado:

-¡ Por Dios, Salvadla! ¡ Un tabique nos ha separado de súbito, y no se que hacer para liberarla! ¡ Dejadme aquí hasta que la hayas encontrado! ¡ o más bien, ayúdame a salvarla!.

El voluntario a quien iban dirigidas estas palabras, pregunto:

- ¿Dónde se halla? Señaladme la dirección.

- Del otro lado, en el fondo... ¡ Corred, por Dios! ¡ No os cuidéis de mi!... Pero, no... ¡ Seguidme! ¡ Yo os mostraré el camino!...

Por toda respuesta, el voluntario, que indudablemente era un oficial superior, hizo al que le habría seguido, y que se hallaba en el balcón, una señal.

Tomó este en sus brazos a la cuitada, a pesar de sus protestas, y descendió con ella, en tanto que su compañero y jefe se precipitaba hacia el interiora realizar, si era posible, su arriesgada empresa.

A pesar del crepitante ruido de las vigas que crujían a su alrededor, pudo, al fin, escuchar a la distancia algo como un débil gemido...

Avanzó en la dirección de donde ese gemido partía; más, ¡ Oh, desgracia! En ese momento cayó parte de la muralla, dejándolo incomunicado con el exterior y casi ahogado por el calor y el humo, siguió avanzando, no obstante hasta llegar a la puerta de la habitación en cuyo interior se oían los alaridos de terror de una mujer...

Dio un vigoroso empellón a la puerta; cedió ésta y presentóse a su vista un cuadro conmovedor.

En un aposento, a uno de cuyos extremos alcanzaban ya las llamas y que estaba lleno de humo, discurría, loca de espanto y desesperación, una hermosa joven a medio vestir y con el cabello en confuso desorden

- ¡ Salvadme! – Exclamó - ¡ Me muero!

El voluntario echó a su alrededor una mirada y un profundo pavor pareció apoderarse de todo su ser.

¿Por dónde encontraría una senda, ahora que de todos lados le rodeaba el voraz elemento?

Al cabo de un instante de terrible vacilación, decidió volver por donde había venido, pues, a medida que avanzaba al interior del edificio, comprendía que se aproximaba al foco del incendio.

Envolvió rápidamente, con el cobertor del lecho, a la joven, a fin de disimular lo ligero de su traje y tomóla en sus brazos en el momento mismo en que ésta, abrumada de terror y sofocación se desmayaba.

Volvió con su preciosa carga al punto de partida; mas, cuando no había llegado aun a medio camino, una viga le cayó sobre el hombro izquierdo, produciéndole una herida que a punto estuvo de postrarle en tierra.

Un ¡ Ay ! Sofocado fue todo lo que l dolor arrancó de el valiente bombero, y cobrando nueva energía, continuó su interrumpida marcha en medio de un calor abrazados y sintiéndose casi ahogado por el humo.

Se hallaba en el aposento por donde entrado, el cual estaba casi destruido por los escombros de la muralla que hacia el interior había caído.

El esforzado voluntario se sintió desfallecer; rodeábanle por todas partes el humo; las llamas, que ya se divisaban próximas, estaban a punto de cerrarle el paso, ; le tocaban casi, cuando un chorro bien dirigido desde el lienzo de muralla que aún quedaba en pie, por un momento desvió la dirección de las llamas, aunque aumentando el espesor del humo.

Esto vino a infundirle nuevas esperanzas y a reanimarle un tanto, permitiéndole dar voces, si bien por acento apagado ya por la asfixia.

Alcanzaron a oírle dos de sus compañeros, uno de los cuales gritó

- ¡Animo, Teniente Gavidia! ¡ Coged la cuerda!

Reanimado por la voz de aliento, pudo el heroico voluntario apoderarse del cable que le habían echado, cogiéndole primero con la mano derecha; en seguida, cuidando de que la joven, que aun continuaba desmayada en sus brazos, se sostuviera sobre el izquierdo, con lo cual la enlazaba, pudo, recurriendo a un resto de presencia de ánimo, utilizar también su siniestra y llegar, no si esfuerzo, a la parte superior de la muralla, donde lo recibieron sus compañeros.

Casi desfallecido, con serio empero la entereza suficiente para descender a sus propios pies la escalera, sin abandonar a aquella presa que acababa de arrancar a la muerte.

Un estrepitoso ¡HURRA!, lanzado por sus compañeros al divisarlo en lo alto de la escalera vino a infundirle nuevo aliento y pudo llegar hasta el fin y depositar a la joven en brazos de la afligida compañera, que había implorado por la salvación de su amiga, pasando por el más acerbo de los dolores en el transcurso de cinco minutos de tremenda incertidumbre.

Cumplido que tubo el Teniente Gavidia su misión, ni aún alcanzó a darse cuenta de las calurosas expansiones de gratitud que le dirigía la compañera de la joven a quien había salvado, ni de las atronadoras manifestaciones de sus compañeros, pues hubo de recurrir al auxilio de dos de estos, en cuyos brazos cayó desfallecido por el dolor y por la sangre que manaba de su herida y extremado por los esfuerzos sobrehumanos que la había impuesto se generosa tarea.

Pocas horas después, el incendio había sido sofocado merced a los esfuerzos combinados de los bomberos, distinguiéndose en aquella ocasión la Tercera Compañía, de que formaban parte los dos personajes que acabamos de presentar al lector.




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Emelina es la primera obra que Rubén Darío escribió en Chile, y también la primera obra que lleva por héroe a un personaje arquetípico de Valparaíso: el bombero. la novela es un folletín repleto de aventuras escritas en un curioso estilo por dos jóvenes protagonistas de su tiempo. Uno de ellos sería considerado el gran poeta de la lengua española en la primera mitad del siglo XX: Rubén Darío. el otro es buen exponente de la intelectualidad progresista de la época, la divulgación de cuya obra se vio truncada pues perteneció a los vencidos en la Revolución de 1891: Eduardo Poirier. Asesinatos, amores, incendios, festejos, mentiras, duelos e intrigas en las ciudades más internacionales del siglo XIX: Londres, París, Bruselas, Valparaíso...

BAÚL



Un recuerdo para el bruto noble y generoso, que nos acompañara cerca de 30 años en nuestras tareas bomberiles. Si hemos dedicado páginas emocionadas para recordar a las máquinas que nos sirvieron para cumplir ese cometido ¿Cómo no dedicarles también a esos seres, fieles compañeros del hombre, que nos dieron todo lo que tenían, su fuerza, energía e instinto, y que parecían compenetrarse de su elevada misión en los momentos de la angustia y del deber?

La única diferencia que hay entre estos brutos nobles y generosos, es la que existe entre la inteligencia y el instinto. La inteligencia es un poder creador: el instinto es un don de adivinación. Llevamos la ventaja al bruto, por que haciendo trabajar nuestra inteligencia, podemos crear lo que él no concibe, pero en cambio quedamos atrás de él cuando ayudado por el instinto lo vemos adivinar los peligros de la naturaleza y, fiel amigo nuestro, detenernos en nuestras locuras, muchas veces al borde del abismo o del peldaño... Quien oiga hoy las cosas que se cuentan del viejo “Baúl”, creerá que son cuentos o cosas de la fantasía... Y, sin embargo todo es verdad.

En 1888 Don Agustín Edwards Ross, nuestro bondadoso benefactor, obsequió a la compañía 3 hermosos caballos percherones: Entre ellos venía “Baúl”, que acompañó a la “Vieja Cucha” y a también a la “Nueva”, a ésta hasta que fue eliminada del servicio en 1914. La pesebrera se encontraba, como todos saben, en el recinto que hoy ocupa la Guardia Nocturna, y se separaba de la Sala de Material por una puerta, cerrada con una aldaba. Apenas sentía la campana o el teléfono, cualquiera que fuera la hora, como contaminado por un loco entusiasmo, con el hocico “Baúl” levantaba la aldaba y habría la puerta por si solo, y una vez afuera se iba a la Sala de Material, colocándose frente a los tiros de la Bomba, listo para enganchar. Cuando el Cuartelero acudía, ya estaba todo listo. Otro tanto hacía Zig-Zag, el juguetón y caprichoso tordillo que tiraba del gallo.

Para “Baúl” no había descanso. Podría durar el incendio un día y una noche: el noble bruto permanecía al lado de la máquina, como compenetrado de la necesidad de su presencia, y cuando veía que esta parecía estallar, y lanzaba nubes de chispas al aire, parecía compartir la emoción de los voluntarios... para él no había sueño: la voz lastimera de la campana lo encontraba siempre alerta y despierto en cualquier hora de la noche.

Cuando en 1914 la bomba a vapor fue reemplazada por una automóvil, “Baúl” fue llevado al fundo de Don Roberto Felipe Délano, para que gozara de sus últimos años en medio de la tranquilidad de la campiña, cuna de donde procedía. Pobre “Baúl”; ya él no era el bruto que mira en el campo el patrimonio máximo de la felicidad: era el bruto de la ciudad!... Necesitaba de su ruido, de su animación, de su loca agitación y transito, del plañir de la campana de alarma, del grito y algazara de los voluntarios!... Necesitaba de sus incendios, de los que constituía su deleita, su placer, casi su razón de ser!... Extranjero en su patria, al igual que el emigrante que regresa al terruño en el correr de los años, cuando de éste queda solo el recuerdo, la nostalgia de la vieja y querida “Tercera” lo fue consumiendo poco a poco y doblegándolo, hasta que en un potrero lejano inclinó para siempre su pecho en la tierra!...


Del Libro “Tradiciones Tercerinas”de Guillermo Ernesto Meyer.

lunes, 12 de octubre de 2009

FUNDACIÓN DE LA TERCERA COMPAÑÍA DE BOMBEROS DE VALPARAÍSO



EL GRAN INCENDIO DEL ALMENDRAL
No hay mejor relato de un hecho, que aquel sustraído de la misma época en que ocurrió. Por lo cual transcribo lo siguiente:
“El 1º de septiembre de 1853 (jueves), a la una y media de la mañana, en el barrio del Almendral, tuvo lugar el más voraz incendio habido desde la fundación del Cuerpo, fue una verdadera catástrofe, por los valiosos edificios y valores que se perdieron.
“El incendio tuvo lugar en la calle de la Victoria (actual Pedro Montt), en el suntuoso edificio del señor José Orrego. La campana de alarma de la Bolsa hizo salir a escape hacia el lugar del fuego. La casa del señor Orrego, ya ardía por todas partes cuando los elementos bomberiles llegaron. Las bombas se dirigieron a cortar la invasión del fuego a la vecindad; pero, desgraciadamente, cuando la voracidad del fuego había tomado cuerpo.
“Las casas del señor Gallo Zavala no tardaron en arder también, sin que fuera posible evitarlo y la casa que seguía a la izquierda del señor Orrego. Extendiéndose estos edificios de una calle a otra, no tardó en aparecer el fuego en la calle Nueva (hoy Independencia) en donde ardían con la misma furia que en la principal. A las dos y media de la mañana toda una manzana ardía con voracidad extraordinaria. Las bombas hacían inútiles esfuerzos.
“Se dice que el incendio empezó por la casa del señor Orrego, no como se aseguraba inicialmente por una tienda, sino por el interior de la casa, la que se encontraba inhabitada y con trabajos de carpintería. Es probable que un descuido de los trabajadores haya sido el motivo principal de esta terrible catástrofe.
“Es, sin duda, uno de los más grandes incendios de que se conserva memoria en esta ciudad.
“El auxilio del vecindario fue eficaz. Los buques de guerra enviaron inmediatamente sus auxilios de útiles, instrumentos, tripulación y oficiales. El señor Intendente (don Roberto Simpson) se hizo ver desde lo alto de un edificio, dirigiendo una bomba sobre los edificios abrazados por las llamas.”
“Este desastroso incendio en el barrio del Almendral, una vez más vino a manifestar la necesidad de que la Asociación contara con una compañía en el sector”.
Otro relato de este vital incendio para la fundación de la Tercera, es el que nos entrega el diario “El Mercurio” del día 1º de septiembre de 1853, quizás en un reportaje singular, pues el incendio se había iniciado en esa madrugada a la 1,30 A.M., por lo cual lo que transcribo a continuación debió ser un golpe periodístico para esos años:
“Pocos minutos después de la una de la mañana, la campana de la Bolsa dió la alarma de incendio. Muchos comerciantes y dependientes se hallaban a esa hora todavía en sus escritorios preparando la correspondencia para el vapor “Bogotá” que ha salido hoy para el norte.
“Corrieron éstos inmediatamente al depósito de las bombas que sin un instante de demora comenzaron a arrastrar, pero empujados por escasos brazos, teniendo que atravesar un espacio de más catorce cuadras por un camino de montaña., las pesadas máquinas no pudieron llegar sino tarde al lugar de la catástrofe.
“Tenía el lugar ésta, en la calle de la Victoria, una cuadra más allá de la plaza del mismo nombre, en los hermosos edificios del Sr. Orrego, los primeros del Almendral por la elegancia y gusto de su arquitectura. Cuando los bomberos llegaron las llamas sobresalían del techo y el fuego había abrasado ya todo el cuerpo del edificio.
“¿Por dónde entonces atacar al destructor enemigo que en todo su vigor y rapacidad, como una vasta hoguera inflamada, no presenta contornos ni lados visibles? ¿Dónde terminará la furia devastadora del terrible elemento, que por su aspecto amenaza querer tragarse a toda la ciudad, a todo Valparaíso? Se preguntaban todos.

“El humo cubría totalmente la atmósfera y las llamaradas que del centro del incendio se elevaban, iluminaban la ciudad entera.
“He aquí la gigantesca obra que se iba a encomendar a unos pocos jóvenes, estranjeros la mayor parte y arrojados y valientes hasta la temeridad. Piquetes de jendarmería y de tropa de línea, cubrían todas las boca-calles y avenidas al lugar del desastre, para evitar los robos y desórdenes.
“La 2ª compañía de bomberos se presentó primero a la escena y se colocó en la parte alta de arriba haciendo frente al fuego que el viento impelía en aquella dirección; la de ganchos y escaleras, llegada un poco antes, comenzó también su obra demoliendo, unos, la casa más próximamente amenazada y detrastando (sic), otros, las habitaciones. Desgraciadamente se perdió mucho tiempo con la inútil esperanza de poder salvar el edificio del señor Gallo Zabala que ocupaba el colejio de Mme. Lebeuff; fue con todo, pronto invadida y presa de las llamas. No había más remedio que demoler la pequeña casa en que residía el señor Correa, y fué esto lo que se hizo.
“La 2ª compañía de bomberos se contrajo, mientras tanto, a rendir el fuego en la casa esquina de la Sra. Grimwood, totalmente devorada, para impedir que se comunicase a la próxima manzana, lo que produjo el mejor resultado, porque a los pocos momentos cambió el viento sur en un norte flojo, que no causó ya mal ninguno.
“Pero a espaldas de la casa del Sr. Orrego, y abrasando una estención también como de media cuadra, estaban otros edificios recién construidos y no terminados aún, del señor señor Gallo Zabala, que formaban frente de la calle Independencia. No había medios ni era posible acudir a ellos, estando unidos y siendo como una construcción del edificio incendiado. Fueron pues, presa de la implacable voracidad del incendio, que vino a estrellarse casi naturalmente, con una casucha baja con techo de tejas que está a su costado oriental.
“Eran como las tres y media de la mañana y el fuego comenzaba a ceder por todos lados y se alimentaba ya, sólo con el inmenso material y combustibles que le ofrecía construcciones nuevas de madera con sus pinturas recientes e inflamables. Los bomberos habían desempeñado su tarea con un celo y coraje de que hai mui pocos ejemplos, y sus esfuerzos parecerán inauditos para los que hubieran visto una de las vastas y peligrosas conflagraciones por las que ha pasado Valparaíso y cuya pérdida no se estima en menos de 200.000 pesos.”

El señor Matías Cousiño Jorquera hizo a la Asociación el obsequio de una bomba de primera clase, autorizando que de su cuenta se encargara a los Estados Unidos. La Dirección General aceptó con gran reconocimiento este obsequio y acordó que esta bomba sería destinada a la sección del Almendral y que llevaría por nombre “Cousiño” en homenaje al generoso gesto de este acaudalado señor.
El documento enviado por el señor Matías Cousiño decía lo siguiente:

Santiago, Setiembre 6 de 1853.

Mui señores mios:

Me ha sido mui satisfactorio saber el noble empeño con que la Sociedad ha prestado sus importantes trabajos en la mañana del 1º del presente, para mermar los desastres del desgraciado incendio de este dia; a esos esfuerzos, he debido yo, talvez, la conservación de mi casa cerca del lugar incendiado; i deseando acreditar a esa Sociedad mi admiración por esos trabajos a favor de la humanidad i mi agradecimiento por la parte en que he sido favorecido, he acordado obsequiar a la Sociedad una bomba de primera clase, para cuyo efecto encargo con esta fecha al señor Thomas Bland Garland, uno de los miembros de ese Directorio, para que, de acuerdo con Uds., proceda a encargarla de mi cuenta. Suplico a Uds. se sirvan admitir esta manifestación de gratitud, con que me suscribo de Uds. atento servidor. Q.B.S.M.

M. Cousiño

A la espera de este encargo, el Directorio procuró organizar el personal de la que sería la nueva Compañía. Para conseguir este propósito, publicó en “El Diario” un llamado a los vecinos del Almendral para organizar una nueva Compañía que sirviera las bombas de ese barrio.
En el diario “El Mercurio” del día 12 de septiembre de 1853 se publicaba lo siguiente:
“Prevensión. Los vecinos del Almendral se reunirán el 16 del presente para analizar con la junta de la Asociación contra Incendios, la creación de una compañía de bomberos”.
En 1 de enero de 1854 se citó a una reunión dando así los primeros pasos para la constitución de la nueva institución, pero se determinó esperar la llegada de la nueva máquina para su oficialización.
La bomba encargada por el señor Cousiño arribó a Valparaíso a fines del mes de septiembre de 1854. Fue guardada provisoriamente en cuarteles de las Compañías ya existentes.
En diarios de la época podemos constatar algunos hechos que dicen relación con la flamante bomba. Es así como en el diario “El Mercurio” del día 7 de octubre de 1854 se informaba lo siguiente:

“Ejercicio de Bomberos
No habiéndose podido reunir un número suficiente de bomberos, de los que pertenecían a la 3ª Cía. Del Almendral, salieron ayer a las 3,30 de la tarde los miembros que componen a la 1ª y 2ª y unos pocos de la 3ª llevando la bomba regalada por el señor Cousiño a la plaza de la Municipalidad (hoy Echaurren), para hacer allí su experimento. El resultado fue el mas satisfactorio que hubiera podido desearse; probose primero con una sola manga poniéndola en dirección a los edificios de los señores Gallo que dan frente a aquella plaza, en cuyo encumbrado techo caía una copiosa lluvia capaz de apagar las llamas más voraces. En seguida, hízose el experimento con dos mangas y esta vez el éxito tampoco nada dejó que desear, la fuerza de la magnífica máquina no por eso disminuyó un ápice de su fuerza”.
Por otra parte, el 10 de octubre se publicaba lo siguiente:
“Bomberos del Almendral.
Gran entusiasmo hay entre muchos jóvenes del Almendral, quienes se proponen formar la 3ª Compañía. Para esto, varios jóvenes de los principales de aquel barrio han principiado a promover semejante espíritu entre los buenos almendralinos. A juzgar por lo que se lleva hecho, no dudamos que en poco tiempo la 3ª Compañía estará enteramente organizada y será una competidora de las del puerto. La bomba del señor Cousiño necesita lucirse, y estar servida por la más lucida juventud del barrio a que ha sido regalada. Dentro de pocos días publicaremos la lista de los jóvenes que vayan formando la nueva Compañía”.
El viernes 13 de octubre de 1854, se reunieron los vecinos que habían firmado la lista de adherentes para dar constitución a la nueva institución. La reunión se llevó a cabo en los salones de la Bolsa de Valores, ubicada en esos años en el lugar donde hoy se erige el monumento a los Héroes de Iquique.
En la citada reunión, se eligió la primera oficialidad. Los que firmaron, y por ende se constituyeron en miembros fundadores, fueron los siguientes:

Luis Cousiño Squella, Isaac Lamas, Saturnino Costabal, José Miguel Torres, Eusebio Rosa, Bernardo Costabal, Edmundo Sartori, Antonio Barrena, Manuel Riofrío, N. Aurelio Santa Ana, Santos Samit, Félix In. Gorsse, Juan Díaz Gana, Carlos Oportot, Juan M. Soruco, José Blas Squella, Anjel R. González, Juan Aguayo, José Zilluerelo, Martín Barrera, Aparicio Toro, Benjamín López, Alberto Carson, Federico Santos, Tristán Benítez, Exequiel Vargas, José 2º Salamanca, Zoilo Aguayo, Benjamín Carson, Tadeo 2º Rubio, Carlos G. Bissert, R. Polanco, Ismael Infante, José Echavarría, A. Armstrong, M. Valenzuela, Romás R. Armstrong, L. Augusto Medina, Luis C. Costa, Agustín 2º Vidaurre, Tristán Balbontín, Emilio Moyano, José R. Samit, Guillermo Potts, R. Masson, F. Cood, D. A. Guzmán, Benjamín Benítez, Luis Osmán, José M. Silva, Eusebio Lathan, Ricardo Carson, Daniel Carson, Tomás Lathan, Enrique Campino, José María Valenzuela, M. Soruco, Guillermo Larraín, Daniel Vives, Acario Cotapos, Pedro N. Barba, Blas Vargas, Leoncio Palma y Francisco A. De Palma.

De los sesenta y cuatro firmantes, seis venían de las compañías ya en servicio. De la 1ª Compañía: Sartori, Alberto, Benjamín y Daniel Carson. De la 2ª: R. Masson y M. Soruco. A su vez, once de los fundadores habían firmado en el pasado el primer intento de organizar la 3ª del Almendral.
La elección de oficiales fue algo tempestuosa, pues un sector de los reunidos propuso para el cargo de Director al señor Luis Cousiño Squella, hijo de don Matías, a modo de retribución hacia este último por la donación de la bomba. A esto se opusieron los hermanos Costabal, ya que consideraban al señor Cousiño Squella demasiado joven, tenía tan sólo 20 años. Sin embargo, realizada la votación salió electo el señor Cousiño Squella. La oficialidad completa quedó estructurada de la siguiente forma:

Director : Luis Cousiño Squella
Capitán : Edmundo W. Sartori
Teniente I : Daniel Carson
Teniente II : José M. Torres
Teniente III : Benjamín Benítez
Teniente IV : Manuel Riofrío
Secretario : Antonio Barrena L.
Ayudante-Tesorero : Juan Díaz Gana

Antes de poner término a la sesión inaugural, el flamante Capitán don Edmundo W. Sartori pronunció las siguientes palabras:

“Debemos tener mucha unión entre nosotros, y muy buena disposición para el desempeño de los deberes que nos hemos impuesto; si esto se consigue, tendré la satisfacción de mandar la primera Compañía de Bomberos de Valparaíso, por su puntualidad, entusiasmo y disciplina.”

La nueva bomba fue entregada a la Tercera el martes 2 de noviembre de 1854. Se podrá deducir el entusiasmo con que los miembros fundadores de la Compañía esperaban la ocasión. Aquel día se habían reunido en la Bolsa Comercial y de ahí salieron al mando del Capitán Sartori, llevando la impecable bomba de palancas. Se encaminaron con ella hacia la Plaza de la Victoria, donde se detuvieron y armaron los chorizos en el pozo existente en la calle del Circo (hoy Edwards) para realizar un ejercicio. En éste se pudo comprobar que se trataba de una bomba poderosa y eficiente.

Conviene dejar estampado en este capítulo, un extracto de un libro más o menos contemporáneo del historiador Cristián Gazmuri, llamado “El 48 chileno. Igualitarios, Reformistas Radicales, Masones y Bomberos” en el que se cita lo siguiente:
“Hay historiadores o cronistas que afirman que el gobierno de don Manuel Montt se opuso a la iniciativa de fundar cuerpos de bomberos voluntarios en las ciudades chilenas, temeroso de toda asociación de carácter filantrópico, que veían como sospechosas después del episodio de la Sociedad de la Igualdad. Sin embargo, el propio Montt pasó revista al Cuerpo de Bomberos fundado en Valparaíso, lo que realizó el 2 de marzo de 1852 y no se opuso a que en la misma ciudad se fundara la primera compañía de bomberos voluntarios genuinamente chilena el 13 de octubre de 1854, la Tercera denominada hoy “Cousiño y Agustín Edwards”. Esta Compañía tendría como territorio a cubrir el sector Almendral”.

Epopeyas Tercerinas
De Claudio Chaparro Forn.