jueves, 9 de julio de 2009

CABALLOS DE BOMBA...



Recordar a los viejos “Percherones” del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, es misión obligada. Sus hazañas y simpáticas historias nos cuentan un pasado romántico y repleto de comunión entre humanos y brutos.
Ellos eran macizos, dóciles y mansos.
Poseían grandes ancadas, formidables pechos, y un pelaje más abundante que el de los caballos corrientes.

En los días en que la quietud de las viejas campanas de incendio se hacía cotidiana, y ni el humo de las chimeneas servía para agitar por un par de segundos el confundido corazón del Bombero, los brutos se daban merecido descanso. Por las mañanas y sin más apero que una dura escobilla, salían guiados por las nobles manos de sus dueños y disfrutaban de apacibles paseos por Valparaíso. Algunos recorrían lentamente las avenidas y cerros de la ciudad, y otros con más suerte, se sumergían en el mar y corrían libres de toda carga por sus playas.

No faltaba el atento paisano que al verlos pasar se acercara a ellos y junto con acariciar sus robustos lomos, dejara caer en sus lenguas el azúcar que tanto les apetecía.

A continuación recordaremos a algunos de los más espléndidos percherones porteños.

La Primera tuvo por empeñosos voluntarios a Lolo y Chamorro, a ellos se sumaba Padre quien se encargaba de arrastrar al Gallo.

La Segunda contó en un principio con la formidable pareja conformada por Max und Moritz, fallecidos estos se agregaron al servicio, Mansito, Susana y Barbero.

La Tercera contó con Baúl donado por el voluntario Arturo Edwards Ross además de Tordillo, Mono y Zig zag.
La Cuarta fue ayudada por Coco y Perro. A ellos se unirían más tarde Moro y Tuerto.

La Quinta contaba con Ñato y Tontón para la bomba, y de Suspiro y Huelguista para los Gallos.
Cuentan los viejos quintinos que Huelguista hacía honor a su nombre, y a veces solo era posible trasladar el Gallo hasta los incendios previa mediación con el sindicato.

La Sexta contó con Negro y Pancho. Más tarde se agrega el fabuloso Turín, quien como la ciudad italiana que lleva igual nombre, famosa por sus confituras, se destacaba por ser asiduo degustador de dulces.

La Séptima contaba con Melchor y Aconcagua para el arrastre de la bomba.

La Octava tiraba de su porta escalas a pulso, y sólo cuando la Décima, debido a la llegada de una nueva porta escala mecánica se deshizo de sus caballos, solicito el traspaso de aquellos para sí. De esta forma la Octava recibe a Tontón y Pancho.

La Novena no contó con Caballos para tirar de su material, el Zancudo, vieja porta escalas, era
arrastrado por sus propios voluntarios.

La Décima al igual que la mayoría de sus pares de hacha y escala no contó con Caballos para tirar de sus porta escalas sino hasta que contaron con el dinero necesario para adquirir un par de ellos, los que como explicamos, fueron entregados a la Octava en 1918.

La Undécima nació conjuntamente con la aparición del automóvil, por lo que no utilizó caballos para las labores de arrastre las que eran suplidas por coches del servicio público los que tiraban de la bomba, o bien, labor que realizaban sus voluntarios.

Los serviciales brutos comienzan a desparecer lentamente de los Cuarteles de bomberos alrededor de 1925, debido a la aparición de las Bombas Automóviles.

Unos antes, otros después, lamentablemente todos debieron someterse al cambio de toneladas de carbón y fardos de paja, por aceite y combustible para las modernas bombas que comenzaban a aparecer transformando relinches y jadeos en bravos rugidos y aceleradas.

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